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Con tan poquito pinole se ahogan, comentará Juan Pueblo luego de ver como las autoridades de la Comisión Nacional del Agua ordenaron abrir las compuertas de la presa Rodrigo Gómez luego de dar cuenta que lluvias y escurrimientos aunque esperados, no dejan de preocupar.

Pero sigo sin entender. Porque hace unos días la desolación y sequía en el embalse de esta y las demás  presas, nos hacía cavilar y aquilatar sobre lo preciado del líquido que ahora se escapa por las compuertas al menos de “La Boca” que ordenaron abrir para que siguiera su camino.

Había almacenado hasta las cinco de la tarde un 88 por ciento de su capacidad y ya se había ordenado la liberación del vital elemento, que quién sabe cuándo volveremos a ver llegar.

La razón: es simple y no es el riesgo del desborde porque tampoco es la primera vez que se critica la acción, es que los comerciantes adheridos a la CTM  –que son dueños de la presa- ven mermadas sus ganancias por la falta de estacionamiento que permite a los restauranteros recibir mayor clientela y elevar sus ventas.

Diga lo que diga el tal Doroteo Treviño que nos había amenazado que sufriríamos la sequía  más severa y prolongada en décadas, forma parte además de sus malos atavismos en el sistema de  predicción que atina una de tres, pero en eso de estar de acuerdo con la apertura de  compuertas para tirar el agua, no se equivoca  ni tantito.

La otra enfermedad que padecemos los mexicanos, nuevoleoneses regiomontanos, es la incultura de tirar basura, porque es de tal magnitud lo que se tiene que recoger en forma emergente en una venida de agua que por lo mismo es de gran peligro para la misma población que es la que con desfachatez e importamadrismo, bota la basura en la vía pública para causar los trastornos referidos.

No hace mucho, platicando con Luis Carlos Treviño Bérchelman, ahora flamante notario público y que en ese entonces despachaba en alguna oficina policial, me argumentaba que la presión y represión nunca habían sido solución.

Se equivoca y se sigue equivocando.

Le respondí, la cultura inicia cando cruzamos el Río Bravo. Ajustamos el cinturón, guardamos la basura para tirarla en el correspondiente depósito y no excedemos las 55 millas porque ahí, los de la cachucha, no se andan con medias tazas, te llevan a la corte y moles Don Cuco, a pagar y nada bajita la multa.

Aquí seguimos haciendo lo que nos da la gana de la misma forma que los maestros toman sitios y avenidas y solo son reconvenidos con palabra.

Total, que el agua que tanto esperamos con vehemencia, la tiramos de la presa para beneficiar a los vende caldos y la basura sigue siendo el pan de cada día, la siguen tirando para que el municipio se enriquezca con contratos amafiados.

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