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Escenario y circunstancia

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Una semana antes del segundo debate entre los presidenciables la candidata del PAN-PRI-PRD y de los poderes fácticos ofreció ser la Xóchitl Gálvez de siempre, es decir, ella misma, no la maquillada por sus asesores para presentarla más urbana, menos pueblo. Vestirla a la Merkel —la estadista que gobernó exitosamente a Alemania durante 16 años— sin haber usado antes traje de chaqueta, en vez del atuendo adoptado desde que Vicente Fox la nombró directora de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, constituye uno de los muchos yerros por los cuales sigue sin crecer en la intención de voto. El primero fue nominarla sin haber sido preparada para un desafío de tal magnitud. Fox y Peña Nieto tuvieron como plataforma los gobiernos de Guanajuato y Estado de México.

Para Gálvez, como para cualquier aspirante, máxime si está en desventaja, resulta suicida dejar que expertos en imagen y mercadotecnia determinen su comportamiento y tomen decisiones políticas. La misma abanderada de la alianza “Fuerza y Corazón por México” admite: “Es muy complicado que cada asesor te diga una cosa distinta… Uno te dice: “tienes que ser así”; otro te dice: “tienes que hacer asá”. No, no ataques al presidente; ataca más a Claudia. No, no ataques Claudia ni al presidente”. Por esa razón Gálvez optó por tomar las riendas de sí misma en el debate de este 28 de abril.

Francisco Labastida, el primer candidato presidencial del PRI derrotado, reconoce a toro pasado el error de repetir los adjetivos lanzados por Fox para ridiculizarlo. En vez exhibir a su rival del PAN como un patán, Labastida mostró debilidad y falta de carácter. Frente a millones de mexicanos que siguieron el debate por televisión, Labastida reprochó: “(…) en las últimas semanas (Fox) me ha llamado chaparro, mariquita; me ha dicho la vestida, me ha dicho mandilón”. Para el exgobernador de Sinaloa, el fallo fue de quienes propusieron la idea y de él por aceptarla (Reforma, 15.04.18).

En el caso de Gálvez, la recomendación de no atacar al presidente Andrés Manuel López Obrador y a la candidata de Morena Claudia Sheinbaum tiene más sentido que el contrario. En primer lugar, porque la popularidad de AMLO lo acoraza de las embestidas de quien representa a la partidocracia tradicional (PRI-PAN-PRD) contra la cual votaron los mexicanos masivamente en 2018. Segundo, porque la exjefa de Gobierno de Ciudad de México la supera en todos los campos según la encuesta de Reforma publicada tres semanas antes el primer debate. Y tercero, y acaso más importante, porque, para el 79% de la muestra, la estrategia de Gálvez debe centrarse en “presentar sus propias propuestas”. El 7% respondió: “Cuestionar y criticar al presidente AMLO”; y el 5% dirigir los cuestionamientos y críticas a su rival Claudia Sheinbaum.

Lo mismo que la controversia del 7 de abril, la del 28 tampoco modificará las tendencias. Entre uno y otro debate, el Barómetro Electoral de Bloomberg registró una intención de voto por Sheinbaum del 58%; por Gálvez, del 33%, y por Jorge Álvarez Maynéz, 9%. La encuesta ponderada de pesquisas se basa en criterios de precisión histórica y la metodología no toma en cuenta el efecto de los votantes indecisos ni de quienes declinaron responder. Las encuestas advierten que mientras Gálvez no avance, el reto de la oposición será mayor. El posdebate del segundo cara a cara difícilmente modificará el escenario. Pues los candidatos son los mismos y las circunstancias iguales.

gerardo.espacio4@gmail.com

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