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Lógica

“A veces el sentido común, es el menos común de los sentidos…”

A raíz de las lluvias de Ingrid apareció sobre Alfonso Reyes, casi en su cruce con Junco de la Vega en el Contry, un enorme hoyanco en el carril izquierdo de la circulación de poniente a oriente; no era un bache, era una falla enorme de varios metros de largo y profundidad.

En medio del desgarriate se abanderó el lugar y se dio inicio a la reparación. Más de una semana lleva ahí una cuadrilla arreglando el desperfecto, pero también bloqueando un carril de una importante avenida.

La lógica ordenaría el montar un operativo especial para darle fluidez a la arteria, dialogar con los vecinos, impedir el estacionamiento en el carril derecho de manera provisional para liberarlo y evitar las largas filas que llegan hasta Garza Sada, pero no, no ocurrió así, a los automovilistas los dejaron a su suerte y han (hemos) tenido que ver las de Caín durante varios días.

Este es sólo un ejemplo de los muchos problemas de nuestra metrópoli. La falla puede ser provocada por la naturaleza o por materiales defectuosos y es necesario repararla, pero las autoridades no se detienen a pensar en la manera de apoyar a sus “clientes” en la contingencia, además de salvaguardar la vida de los empleados que laboran en el sitio.

Abanderar los sitios de riesgo y acelerar los trabajos de reparación está bien, pero la chamba no es únicamente de Servicios Públicos y en una administración integral, deberían tomar parte también los agentes de Vialidad y Tránsito, destinando recursos humanos para facilitar la vida de los ciudadanos.

Más que falta de coordinación, el asunto se percibe como “valemadrismo” y un rotundo “no_me_importa” de los encargados de tránsito.

Otro caso similar es el que se aprecia de manera constante en lugares como Constitución y Félix U. Gómez afuera del IMSS o en los alrededores del Pabellón Ciudadano y la Torre Administrativa. Todos los días cerca del mediodía llegan agentes acompañados de grúas, pero no para agilizar el tráfico o levantar a los autos mal estacionados, sino para hacer negocio y de manera inconsciente y estúpida generar más caos vial.

La grúa engancha un auto más parado, llega el conductor, ruega, suplica, el agente se niega, pero después abre la puerta a una negociación, va, viene, otra grúa emproblema el tráfico en doble fila, por fin se ponen de acuerdo y hacen maniobras para dejar que el infractor se retire del lugar y luego al carro que sigue… y así todos los días por varias horas, en un negocio redondo. ¿No sería más sencillo asignar un agente e impedir que la gente se estacione en donde no debe?

Más que sabihondos planes y fusiones entre policías y tránsitos, se requiere de un poquito de lógica, pero está visto que el sentido común no campea por esos lares.

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