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El desarrollo insustentable de Nuevo León

Cuando el viajante viene bajando por la carretera Saltillo – Monterrey, llegando al municipio de Santa Catarina, puede apreciar al poniente el imponente rocoso macizo de la Sierra de las Mitras, pero con sorpresa también podemos distinguir el enorme daño y destrucción que han causado a la hermosa montaña las compañías dedicadas a la explotación de calizas.

El paseante, sobre todo el extranjero, no llega a entender como un regalo de la naturaleza de tal magnitud como lo son como nuestras montañas son taladradas misericordiosamente en pos del progreso.  Pero lo que el visitante no sabe es que la labor extractiva de las coloquialmente llamadas “pedreras” debió haberse detenido desde hace décadas, y esto no se afirma por un planteamiento de tipo moral, ecológico, o de salud pública sino por simple determinación legal ya que probablemente por esas tres razones el 4 de enero de 1982, el entonces mandatario estatal Alfonso Martínez Domínguez emitió el decreto 187 que fue publicado en el Periódico Oficial del Estado. En el se dio como plazo el mes de marzo del siguiente año (1983) para que las pedreras instaladas de los cerros de las Mitras y del Topo Chico se retiraran.

El Decreto en comento refería que “Las empresas procesadoras de piedra… deberán emprender de inmediato el proceso de reubicación de sus plantas, de su material procesado y de la infraestructura correspondiente», señala el documento en el su artículo primero, que en caso de acatar la medidas, la autoridad estatal actuaría en su contra. «Se fija como plazo máximo el mes de marzo de 1983 por lo que las empresa actuales deberán hacer sus traslados e instalaciones con anterioridad o de lo contrario serán clausuradas», sentenció el decreto.

A tres décadas de distancia, sólo se lograron eliminar las pedreras del Cerro del Topo Chico que afectaban los sectores residenciales de Cumbres y San Jerónimo, pero no así las de Las Mitras, cuya labor han padecido por décadas los habitantes de Santa Catarina y García. De tal suerte que consideramos necesario, retomar esta determinación ya que desde aquel entonces la población ha aumentado, y los riesgos a la salud son ya evidentes.

Pero las pésimas condiciones que guarda el aire de la zona metropolitana no son responsabilidad exclusiva de las pedreras, ni obra de la casualidad. Estámos en este estado de cosas en razón de la las autoridades tibias y blandengues que hemos padecido en los últimos lustros. Hoy por hoy Monterrey y la región es la más contaminada del país. Pese a ello, el gobierno del Estado dejó de monitorear el índice de partículas suspendidas en el aire, tanto de emisiones tóxicas como de metales pesados, generados por empresas de fundición de acero, cementeras y pedreras, lo mismo que industrias químicas. Esto es, se cuenta con nueve estaciones de monitoreo atmosférico que tienen más de una década de uso, por lo que los datos que aportan – a decir de los ambientalistas – no son precisos y por ende maquillan la gravedad de la situación que atraviesa la entidad.

La referida gravedad de la contaminación atmosférica en esta capital se refleja en cifras de la Secretaría de Salud, según las cuales en Monterrey se detectan cada año 9 mil nuevos casos de cáncer en menores de 14 años, y de 2001 a la fecha la tasa de mortalidad por ese mal entre personas del mismo rango de edad se incrementó de 215 a 400 muertes por año.

Los estudios confiables más recientes se realizaron en el lejano 1995 por instrucciones del Banco Mundial. En ellos »se hablaba de que 960 mil toneladas de partículas menores a diez micras (se emitían a la atmósfera) por año. A esta cifra habría que sumarle la acumulación, en los últimos 18 años, del número de vehículos y, por supuesto, el crecimiento de la industria’.

Adicionalmente la PROFEPA también nos aporta datos fríos: en esta ciudad, según informes de la citada Procuraduría Federal de Protección al Ambiente, tenemos 76 empresas de alto riesgo ambiental, que contaminan la zona metropolitana diariamente, algunas las 24 horas del día, y nadie mide esa contaminación. Estamos hablando de la emisión permanente de un coctel de oxidantes, gases tóxicos, lluvia ácida, ozono desconcentrado, y partículas menores a diez micras que penetran como dardos envenenados al organismo por nariz, boca, ojos, minando la salud de todos, particularmente niños y niñas pequeños, ancianos, enfermos de asma o con alguna afección respiratoria crónica, fumadores y deportistas. 

Lamentablemente Monterrey es líder en varios contaminantes, como son las partículas  PM10, siendo junto con Ciudad Juárez las áreas del país más expuestas a la contaminación por partículas suspendidas, que son aquellas que pueden ser inhaladas, penetrar en la región torácica y causar diversas afectaciones a la salud, según el “Cuarto Almanaque de Datos y Tendencias de la Calidad del Aire en 20 Ciudades Mexicanas“, del Instituto Nacional de Ecología (INE), que asegura que el 78 por ciento de la población regiomontana respira altas concentraciones de partículas suspendidas, según dicho Almanaque.

Afortunadamente si existen esfuerzos, aunque aislados por concientizar sobre el nivel del problema que tenemos encima. Un grupo de organizaciones no gubernamentales realizó un análisis comparativo con otras ciudades del país, confirmando que la capital regiomontana es una de las ciudades más contaminadas de México.

Bicired-Bicitekas, GDL en Bici, Pueblo Bicicletero, Bici Verde, la Red por los Derechos de la Infancia  en México,  El Poder del Consumidor y Fundación Tláloc, recolectaron la documentación para medir las condiciones de calidad del aire durante los primeros 100 días del presente año, que dieron como resultado una alerta generalizada por los altos niveles de contaminantes en la atmósfera.

A través de un boletín de prensa, la representación conjunta de las organizaciones explica: «Las ciudades de México registran niveles de contaminación que representan un riesgo para la salud de sus habitantes. En los primeros cien días de 2013, Monterrey ha tenido solamente cuatro días con calidad del aire cercana a los estándares internacionales”.

Estas organizaciones ambientalistas, precisan que Nuevo León posee un déficit cercano a 800 mil árboles en la zona metropolitana, que sumado a los trabajos de construcción en diversos puntos de la mancha urbana, el intenso tráfico y la edad del parque vehicular en general, convierten a la zona metropolitana en un lugar poco apto para tener una rutina de ejercicios en exterior, e incluso es peligroso para aquellas personas propensas a enfermedades respiratorias.

Los resultados arrojaron alta concentración de partículas menores a 2.5 micras; superando por amplio margen la norma establecida por la Organización Mundial de Salud.

Para ilustrar estos datos cabe mencionar que la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que por enfermedades asociadas a las altas concentraciones de partículas menores a 10 micras (PM10) mueren cada año 14 mil 700 mexicanos, lo que representa una muerte cada 35 minutos, y que esto significa un alza considerable en la estadística a lo largo de la última década.

En conclusión: entendemos el origen industrial de nuestra ciudad, pero los tiempos que vivimos obligan a imponer una nueva mentalidad y disposiciones legales de avanzada que favorezcan a la salud de todos los que aquí vivimos. El gobierno estatal debería encabezar un verdadero compromiso por tener una entidad más amable con el medio ambiente. Aclaramos: no tenemos nada en contra de las empresas que producen riqueza y bienestar en Nuevo León, pero tenemos que apegarnos al concepto de desarrollo sustentable, que hoy no existe aquí.

*El autor es actualmente Secretario Técnico de la Comisión de Medio Ambiente del Congreso del Estado de Nuevo León.

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