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El aguinaldo ajeno

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Estamos prácticamente a una semana de Navidad, y en el segundo día de las Posadas. Una gran cantidad de nuevoleonenes, sobre todo los habitantes de las zonas urbanas, están en pleno frenesí de compras. Es una temporada en la que se reúnen dos factores en nuestra contra. Uno, que muchos suelen recibir un excedente económico por el aguinaldo. El otro, que el ambiente de fiesta y convivencia nos baja la guardia y nos libera del cargo de conciencia por malgastar el dinero.

En estas fechas no escatimamos demasiado en la compra de regalos. Es una pequeña bonanza que incluso nos convence de cambiar temporalmente el camión por el taxi, de buscar calidad en lugar de ofertas, de firmar sin miedo créditos para tener bienes o servicios. La proverbial avaricia de los “codos” regiomontanos se desmiente. Pareciera que a través del cristal de la Navidad, el año que sigue será mucho mejor, y tan abundante como despidamos este.

Son realmente pocos los que han aprendido con la experiencia de otros años. Porque desde hace mucho tiempo que la alegría de Navidad y Fin de Año se amarga en las primeras horas del año nuevo. La famosa “cuesta de enero”, se ve muy lejana a la luz del festejo.

No queremos parecer aguafiestas, pero en este momento económico que vive Nuevo León, deberíamos ser especialmente cuidadosos con nuestro dinero. Durante todo el año se ha visto cómo de ser un estado próspero y puntero en la economía nacional, pasamos a ser un líder también, pero en una deuda pública enorme, nunca vista en nuestra historia.

Los factores que nos han puesto en el borde de la bancarrota son de sobra conocidos, pero basta destacar dos, que todavía siguen igual de vigentes: el crimen organizado y la corrupción. Se ha avanzado un poco, al menos en inseguridad, pero la corrupción sigue dejando una estela de impunidad no sólo en esta administración estatal, también en las anteriores, sin olvidar de las administraciones municipales.

La crisis económica es real y cercana. No queremos aceptar como ciudadanos que la deuda pública, la del Estado o las de los municipios, son deudas de todos los ciudadanos. Es decir, que serán finalmente los ciudadanos los que las van a pagar tarde o temprano. A veces en efectivo en incrementos en tarifas de servicios, en impuestos reinventados, o en aumento de precio de productos. A veces pagamos indirectamente con carencias que van de ligeras a graves en los servicios públicos que deben prestar el Estado y los municipios.

Esta semana, incluso, seguro tendremos novedades que harán temblar en ingreso familiar. La imposición de cargos o tarifas es prácticamente inevitable, y como estamos muy ocupados dilapidando los aguinaldos, hasta el 1 de enero amaneceremos comprenderemos qué pasó. Ojalá nos equivocáramos, pero es muy poco probable. La apuesta a la nueva administración federal todavía no se define. Falta mucho para ver si Enrique Peña Nieto logra equilibrar esta paradoja donde México se ve a nivel mundial como un país económicamente estable, pero a nivel familiar es todo lo contrario. Falta mucho para ver si el tan proclamado combate a la corrupción se realiza no sólo desarticulando sus redes y además castigando severamente a los culpables, del partido que sean.

Por lo pronto, procuremos cuidar nuestros gastos. Debemos entender que el aguinaldo ya no es nuestro, es el capital social con el que se taparán algunos de agujeros económicos que han dejado la corrupción y la incompetencia.

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