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Calles perras

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ONCE VARAS

Por: Obed Campos
Unos amigos míos más franciscanos que el mismísimo San Francisco de Asís, por su cuenta y riesgo y sin apoyo de nadie, fundaron en el patio de su casa un refugio para perros maltratados, abandonados y de la calle. Lo hacen con gastos que sufragan de su propia bolsa y sin buscar ni fama ni fortuna.

Ellos fueron los que me dieron este estremecedor dato: 30 mil perros son sacrificados mensualmente en Monterrey y su zona conurbada… Y no se necesita ni tener mucha imaginación ni ser matemático o estadístico para pensar que si los animales muertos son esa cifra, pues hay una proporción de 10 a uno que siguen en nuestras calles.

Mi amigo y admirado Eloy Garza, que se esmera en cada artículo que publica, me consta, dice en su editorial del miércoles: “De todas las injusticias de la humanidad, la injusticia hacia los niños es la peor, la más despreciable, la que menos debe tolerarse, porque deja huella y heridas que no cierran”.

Es entonces que me pongo a pensar y a averiguar, y pues resulta que por ningún lado nadie sabe y nadie supo cuántos niños hay en las calles de nuestra Metrópoli, salvo un dato del DIF de 2006 que apunta un número irrisorio: 390 niños viven todos los días en la calle y las explotaciones, degeneraciones e injusticias más horribles a las que ser humano alguno pueda ser sometido.

De ser cierta esa cifra del inefable DIF, que muchas veces ha servido de caja chica a tantos, seis años después cuántos menores de edad padecerán hambres, fríos, violaciones y otros terrores en esta jungla de asfalto…

“No comprendo un mundo sin flores, sol y niños” o algo así, es el slogan que supuestamente escribió un verdadero filántropo llamado Alfonso Martínez Domínguez, quien sí luchó por niños y mujeres desamparadas y puso en modernidad y en uso leyes para protegerlos.

Pero uno se cree que la culpa social, por lo que hacemos y lo que no hacemos con nuestros niños de la calle se expía sacando la mano de la burbuja climatizada llamada auto y dándole unas monedas a la pedigüeña o “María” que carga a un bebé sofocado (muchas veces rentado e intoxicado con drogas para que aguante dormido).

Una frase de Internet dice lapidaria que “un niño que maltrata a un animal es un delincuente en potencia…”

¿Y qué somos los adultos de una sociedad moderna, en la que las leyes no se aplican para proteger a tantos menores?

¿Qué somos quienes sabemos cuántos perros hay en la calle, pero no tenemos ni idea de cuántos niños?

¿Qué son los funcionarios que cobran pingües sueldos por supuestamente proteger a estos inocentes?

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