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Peña Nieto: el estilo y el swing

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Por: Eloy Garza
Es difícil predecir qué tipo de gobierno será el de Enrique Peña Nieto. Su toma de protesta es cuestión de horas, pero la interrogante sigue arrojando más sombras que luces en el horizonte del país: es una incógnita incómoda.

Decía Daniel Cosío Villegas (aquel sabio vestido con overol) que cada impone su estilo personal de gobernar. La cita es trillada pero pertinente: ¿Cuál será el estilo personal de Peña? Que lo tenga no es lo mismo que tenga swing. Y fuera de reduccionismos panfletarios, burlas grotescas y photoshop, con Peña Nieto no lo tenemos claro. Y no falta poco para que el misterio se devele; no se esclarecerá ni cuanto este hombre de 46 años se ponga la banda presidencial. La espera será más larga.

Dudo, eso sí, que estigmatice al gobierno de Peña Nieto el retorno de las viejas prácticas del PRI. No se puede aunque quisiera. El país no es el mismo que conocimos hace 12 años. La correlación de fuerzas dio un golpe de timón; no sería fácil meter a tan disímbolas corrientes y agrupaciones en aquella férrea coraza autoritaria que dio más problemas y dolores de cabeza que beneficios a los mexicanos.

La medida de concentrar, por ejemplo, la Secretaría de Seguridad en Gobernación, no es nostalgia por robustecer Bucareli a la usanza de Gutiérrez Barrios. Es en todo caso un intento por economizar las funciones del poder: que no se disperse ni se dilapide. No asoma la mano del dinosaurio de Atlacomulco, sino del pragmático de Luis Videgaray. Aunque el riesgo de blandir la cachiporra en contra de disidentes del régimen será alta para el Ministro de Gobernación: tendrá que contener sus ansias de gatillo fácil.

Es señal de buen agüero el retorno de figuras políticas con más aplomo y templanza que los miembros del gabinete de Calderón. ¿Alguien recuerda los nombres de más de 3 colaboradores del panista? Imposible: eran figuras de paja, no ministros de larga visión. Además, varios de ellos los signó, para mal, la cruz del destino triste.

No se si consiga Peña sacar reformas legislativas como la energética, educativa y hacendaria. La ecuación de fuerzas en el Congreso le es favorable. Si no lo hace, o no se esfuerza, o no le importa, perderá la mitad de su gobierno en cabildeos inútiles. Se lo recomendó Tony Blair, ex primer ministro británico: el buen estadista debe concentrarse en dos o tres temas centrales. Lo demás es silencio.

Si Peña se dispersa, pierde. Calderón se dispersó y sus errores están sepultados junto con 70 mil víctimas del crimen organizado. Ahí cavó su prestigio histórico. No le bastará Harvard para tanto acto de contrición pendiente. Peña tiene de donde aprender a no equivocarse. También mucho por desaprender.

Eso, y no empujarse una botella de Etiqueta Negra cada noche, como lo hizo Calderón para olvidar los mil y un fastidios del arte de gobernar. Nada malo para los lectores de este artículo, o para el autor de estas parrafadas; mal síntoma para quien gobierna más de cien millones de almas. No en balde se lo decía Aristegui. Pero fue cabezón: poco estilo y cero swing.

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