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Penales disfuncionales

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Los penales en Nuevo León son ya un problema bastante viejo. En realidad nunca han funcionado adecuadamente para lo que están diseñados, que es la rehabilitación de los que han cometido algún delito. Entre otros, hay dos objetivos básicos de todo centro penal. Uno es separar de la sociedad a los ciudadanos que transgreden la ley, precisamente para proteger a la sociedad. El otro es, a través de las penas impuestas por la ley, lograr que esos delincuentes se reivindiquen ante la sociedad y regresen a ella como ciudadanos funcionales.

En ambas cosas es vital que las autoridades que administran los centros penitenciarios cumplan perfectamente con su función, primero, para mantener a los reos dentro de los penales, y luego, aplicar programas adecuados y eficientes para rehabilitarlos.

Desde hace mucho, el sistema penal de Nuevo León ha estado fallando en ambas cosas. Los reos han logrado escapar de sus confinamientos en muchas ocasiones. Y sobre la rehabilitación, pues es evidente que no funciona.

Esto no es nuevo, pero se ha agudizado en los últimos años. La aparición de grupos organizados de criminales ha puesto un grado de dificultad más al de por sí deficiente sistema carcelario. Aunque normalmente se considera a los grupos criminales como salvajes, la realidad es que tienen un alto grado de sofisticación en sus métodos de operación. Las masacres, torturas, ejecuciones, solo son muestras irrelevantes de la verdadera fortaleza de estos cárteles, y esta es, que están organizados, y muy bien organizados.

Obviamente esta organización se filtra en todos los órdenes de la vida social, incluso dentro de las instituciones. La falta de fortaleza de las instituciones, sobre todo las del estado, facilitan enormemente que los criminales se inserten con facilidad en cualquier parte.

Ya hemos tenido antecedentes terroríficos de lo que sucede cuando un cartel controla un penal. Pero ese control no sucede sin la complicidad de las autoridades, por lo menos de las más inmediatas en un reclusorio. La masacre en el penal de Apodaca fue un acto realmente horrendo. Lo más lógico es que de inmediato se tomaran medidas para, primero, no permitir que los reos se organizaran. En segundo lugar, debió ponerse atención en el cuerpo de custodios. Y claro, en tercer lugar, pero no menos importante, en todo el organigrama del sistema penitenciario, en todos sus niveles.

El incidente del túnel en el penal del Topo Chico puso en evidencia que no se hizo nada, o muy poco, o muy tímidamente. Y si sumamos el reciente asesinato de un interno, sólo comprobamos que los penales de Nuevo León siguen fuera del control de las autoridades.

Rodrigo Medina dice que se reforzará la seguridad en todos los penales. Lo mismo se dijo cuando aquella trágica masacre. En aquella ocasión no se hizo gran cosa, en eso ahora no tiene por qué ser diferente. Definitivamente, alguien no se está tomando muy en serio nuestro sistema penitenciario.

ENFOQUE MONTERREY en Radio Beat, 90.1 FM
Lunes a Viernes a las 13 horas

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