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Ominosas diferencias

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Por Oziel Salinas: 

Hoy conmemoran los chilangos un aniversario más de lo que han dado en llamar “la matanza de Tlatelolco”.

En esa época vivía yo en la capital; fui testigo de casi todas las marchas de los estudiantes; bebía con avidez de asoleado del manantial que a diario emanaba de la preclara mente de Cosío Villegas.

Incluso guardaba todos los volantes que repartían los estudiantes en sus manifestaciones; presencié  la toma de la UNAM por las tropas gubernamentales y vi de cerca la “masacre” de Tlatelolco.

Hay chilangos que se dicen “sobrevivientes” de aquella lucha estudiantil, que rememoran esa época, comparándola con el actual movimiento “estudiantil”  llamado  #yo soy 132.

Cuánta diferencia entre aquél movimiento fraguado espontáneamente contra el sistema autoritario vigente, que al final fuera reprimido con rudeza extrema de parte de autoridades, y éste, que ahora muestra su escasez de ideología y desabrida forma de ejercerse, de manifestarse.

Aquello no era política; era el reclamo hacia una clase gobernante que no admitía contrarios.

Ésta es una  absurda mascarada de quienes se sienten “réplica”.  Que nace del odio hacia una persona que consideran “iletrada”. que suponen incapaz, que catalogan como “un dandi” y  que, con apoyo de poderosos medios de difusión, pretendía llegar a la Presidencia de la República sin merecerlo. Ahora es, quiéranlo o no el Presidente Electo por voto popular.

Tlatelolco nació por una represión gubernamental hacia estudiantes de escuelas públicas; el #yo soy 132 nace entre escolares de universidades privadas; aquello fue la espontaneidad de quienes se veían marginados; éste – de ahora – nace de la envidia hacia un personaje al que consideran “inflado” por las empresas televisoras y las atacan cerrándoles sus accesos.

Los del 68 fueron víctimas; los del 2012 son  caprichos de envidiosos juniors; aquellos estudiantes recibían golpes y hasta balas de parte de los gobernantes de la época; éstos perfumados son quienes acosan a personajes públicos, apedrean sus camionetas, escupen a periodistas o les lanzan huevos, impulsan la violencia y repiten incoherentes consignas dictadas por el despechado AMLO.

Fungen como el brazo golpeador del gurú tabasqueño, quien ni por equivocación condena sus agresiones y dice “no azuzarlos”, aunque nunca condena sus exabruptos.

Son, sin quererlo, espejo de las endemoniadas palabras de quien consideran un mesías que no dejan los poderosos que los gobierne; esa “mafia que doblega y dispone todo lo que hay en México”.

Las diferencias entre aquél movimiento donde fueron reprimidos y algunos hasta cayeron bajo las balas de un sistema autoritario donde la democracia no se ejercía, y éste, cuyas huestes se comportan como cavernícolas, que parecen gozar con sus deshumanizados ataques.

Aquellos eran soñadores que ansiaban cambios sustantivos en su sociedad; éstos atacan, acosan, vejan, escupen y gritan consignas incoherentes; apedrean y tiran huevos a una mujer, la periodista Adela Micha, sólo porque no piensa igual que ellos.

Los estudiantes de ayer no se igualan a quienes ahora militan en ese movimiento antisocial que restringe, ataca y trata de destacar mediante acosos ilimitados, que cierran – con su cerco humano -entradas y salidas de personal de algunas empresas y hasta del Palacio Legislativo.

Los de antes no se asociaban con artífices del bloqueo como éstos. Si; las diferencias son enormes.

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