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Los gobernadores y Peña

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Ayer miércoles, cinco gobernadores perredistas, dos electos y tres constitucionales, se reunieron con el presidente electo de México, Enrique Peña Nieto. No fue un acto protocolario sin importancia. Estamos hablando de políticos emanados de un partido de izquierda, y además, de un partido que estuvo aliado a otros dos en la promoción de otro candidato: Andrés Manuel López Obrador.

No sería trascendente si no se tratara además, de un candidato que ya había sido aparentemente derrotado por Calderón hace 6 años, que durante los últimos seis años se proclamó presidente legítimo y con la complacencia de tres bancadas legislativas federales. Un López Obrador que renunció a su militancia perredista pero presionó, y lo hizo bien, para lograr que el PRD lo eligiera su candidato presidencial.

Se trata de un personaje político que ha aprovechado al máximo la enseñanza de varios partidos, uno de ellos el Revolucionario Institucional. Los otros son, sin duda, los diferentes partidos de izquierda, que definitivamente han aprendido mucho de su lucha constante contra la institución revolucionaria… y últimamente, contra la otra institución, la de la derecha mexicana. Ha sido un opositor tenaz, pero hay que aceptar que no ha sido demasiado pulcro su avance. El propio PRD ha pagado caro su influencia.

Pero, con todo y aquella presidencia legítima, el gobierno de Calderón tuvo pocos obstáculos para operar… No más de los que normalmente se dan por el inevitable golpeteo político. En pocas palabras: la presidencia alterna fue más teatral que efectiva para fines prácticos.

En esta ocasión, una oposición igual de renuente a aceptar a Peña Nieto como presidente legal y legítimo, sí podría causar serios desaguisados sociales. Hubo un real descontento social, y además una evidente manipulación del electorado a favor de Peña Nieto. El propio Instituto Federal Electoral salió abollado por su incapacidad para detener o castigar la abrumadora compra de votos y la desaforada intervención de los medios de comunicación para “cargar los dados” a favor del priísta.

Tuvimos también un resurgimiento de los jóvenes y de su interés por la política, una visión de la política un poco extrema, pero perfectamente válida. Siempre hace falta esa capacidad de indignación que tienen los jóvenes. No prosperó, pero tiene seis años más para reorganizarse. No se trata de jóvenes que nieguen por sistema, en la medida en que el sexenio retome el camino de la justicia, esas voces resurgirán en otro todo.

Pero para que México se reivindique con su idea de nación soberana, para que hasta los jóvenes piensen es sí mismos como partes vivas de una nación congruente consigo misma, es necesario que la legalidad y la legitimidad también sean congruentes.

La reunión de Peña Nieto con líderes legales y legítimos de la federación, cobra mayor importancia por eso. Aunque el propio Congreso de la Unión sea una colmena de covachuelas partidistas, los liderazgos estatales son determinantes para la estabilidad política de México. Somos una federación. Eso significa que hay un acuerdo, un pacto social. Si una de las partes lo rompe, el pacto desaparece., por lo menos moralmente… y eso es mucho para la mentalidad del mexicano.

Por eso, que estos políticos de izquierda se comprometan en trabajar con Peña Nieto, y hasta a asistir a su toma de posesión, es más que significativo. No es un voto facilón de confianza. Es una condición que se impone al gobierno federal. No debe entenderse a la ligera. No están besando la mano del nuevo soberano, están recordándole cuál es el origen de su soberanía republicana.

ENFOQUE MONTERREY en Radio Beat, 90.1 FM
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