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La información nunca está protegida

Es una costumbre

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Carlos Ravelo Galindo, afirma:

Claro que hemos aprendidos a vivir con la violencia. Se nos ha hecho una costumbre. A nadie espanta ya cuando se habla de sesenta, setenta, ochenta mil muertos. Y menos  contemplar cuando estudiantes y maestros, en reclamos improcedentes, cometen toda clase de tropelías. Observamos, impávidos quemar autobuses, patrullas. Arremeter contra la gente, los comercios, sin que nadie reclame tal proceder. Daños a particulares por doquier. Manifestaciones contra decisiones de la autoridad. Cerramos los ojos, los oídos y la boca para no protestar quienes nos consideramos ciudadanos víctimas, de unos y otros. Somos espectadores ya insensibles, porque al paso del tiempo, el correr de los regímenes nos damos cuenta de que ya todo es violencia a la que los jóvenes, incluso los niños la ven como algo natural. A la que se unen, incluso en juegos infantiles. Ya no son policías contra ladrones. Sino gente contra gente. Buenos contra iguales. Malos contra todos. En fin se llega a la conclusión de que matar, robar, violentar, drogar; perpetrar cualquier acto ilegal, por desgracia, ya es una costumbre. De nada valen las advertencias o amenazas desde Los Pinos. Si antes no lo escuchaban, hoy ya nadie atienda nada.

Contemplamos a la autoridad querer meter orden en desaguisados. Ya no solo en la capital del país, sino en Estados de la República. Detener a vándalos, llamados estudiantes o mentores, que disfrutaron incendiando vehículos particulares, que no del gobierno, inclusive las patrullas que nosotros también pagamos. Ofender a la sociedad inerme y, en silencio. Nadie, salvo contados comunicadores y pocos medios, aplaudimos a la policía. Pero más tardamos en hacerlo que los  derechos humanos en defender a los devastadores. Exigir su libertad  y amenazar, incluso al jefe del ejecutivo estatal. Pedirle su renuncia, bajo la  intimidación de continuar el escándalo, su cruel proceder, al insistir con mítines, cierre de calles y avenidas. Invadir casetas de peaje.Interrumpir al comercio establecido. Impedir el libre tránsito a quienes tienen necesidad de hacerlo.

Claro que ya es una costumbre escuchar a cierto sector gritar diatribas contra quien ejerce el mando. O contra los otros dos poderes, el legislativo con demandas, acaso justas, como la ley laboral. Y el Judicial al reclamarle  la libertad  de los homicidas, depredadores, malandrines que se cubren el rostro para evitar ser reconocidos. Aquí, allá y acullá. Es lo mismo en Chilpancingo, en Michoacán, en Durango, en Coahuila, en Guerrero, en Tamaulipas. Podríamos seguir en todas las demás entidades federativas y el Distrito Federal. Todo sigue igual. Nada ha cambiado para bien. Sigue en ascenso el mal, ya tan común que se divulga como lo mas natural en prensa, radio, televisión y ahora, con mayor fuerza, en internet. Disfrutamos los escenarios. Nos reímos del acontecer en la casa de junto. Vivimos la violencia con calma. Sufrimos en silencio los avatares. Contemplamos sin mover un dedo la desgracia. Pero no nos cansamos de escuchar los pregones de los políticos, inclusive el que ha ofrecido mil gracias a la Unión Europea y a España, como presagio de lo que en adelante nos espera. Para qué discutir, todo es lo mismo, pero ya nos acostumbramos. Ni modo.

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