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¿Desertor o traidor?/ 

La renuncia de Érick Godar Ureña al PRD para integrarse al Partido Verde, pone en evidencia la poca seriedad con la que se toma el trabajo legislativo en México. El hecho puede tomarse como una deserción o como una traición, desde el punto de vista de los partidos. Pero aparte de eso descubre el poco respeto que se tiene hacia el electorado. Después de todo, Érick Godar Ureña fue candidato por un partido, y cualquiera que sea el número de votos que recibió, puede usted jurar que no votaron por él sino por el partido que lo propuso.

Por esa sola razón, es reprobable y debería ser sancionable, que un funcionario electo cambie de partido. Aunque en teoría, una vez que el candidato es elegido, deja de representar a su partido para representar a sus electores. Así dice la teoría, pero sabemos perfectamente que eso nunca sucede en México. El funcionario, en este caso los diputados, se olvidan pronto de quienes los llevaron a su cargo y lo asumen como abanderados incondicionales de los intereses de sus partidos.

De alguna manera, los ciudadanos asumen eso, y lo toleran. En realidad no se puede hacer otra cosa mientras el derecho constitucional de ser elegidos siga secuestrado por los partidos políticos. Lo único que se puede esperar es que en la batalla campal entre bancadas, algo, lo que sea, resulte positivo a favor de los ciudadanos. Y vea usted el botón de muestra en el sanquintín que armaron las bancadas del Congreso de Nuevo León por las facultades del presidente de la Comisión de Coordinación y Régimen Interno.

Pero en el caso de Ureña Frausto, ni siquiera obtuvo la curul del Séptimo Distrito por el voto de los ciudadanos. Es diputado por representación proporcional, es decir, por obra de los votos otorgados al PRD, no a él. Desde esta perspectiva, cualquiera con un poco de sentido común puede afirmar que no tiene ningún derecho a desertar al PRD. Aunque sea legalmente posible es moralmente reprobable. Incluso, desde el punto de vista legal, es una circunstancia que debía ser prevista y sancionada.

Pero donde esta deserción se vuelve todavía más reprobable, es porque no deja el PRD para asumir su cargo como legislador independiente. Otros ya lo han hecho así, conservando su responsabilidad, y sobre todo su integridad como representantes legítimos de los ciudadanos. En este caso, el diputado en cuestión intenta crear él solo una fracción legislativa por otro partido. Al tratar de hacerlo por el Partido Verde Ecologista, añade a su deserción un intenso tufo a traición. Después de todo, con una endeble mayoría panista, añadir un diputado a un partido que es aliado natural del PRI, es inclinar la balanza. No es que sea importante para los ciudadanos cómo se conforman las fracciones y las mayorías. Pero esta estrategia tan obvia no dice nada bueno de los valores morales ni cívicos de nuestros representantes populares por excelencia. Y si en el Congreso están escasos de esos valores, ¿con qué cara se piden a la sociedad?

¡Vaya ejemplo que están dando a los jóvenes!

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