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De lengua me como un plato/ Carlos Ravelo Galindo, afirma:

Son tantos los ofrecimientos que nos hacen los políticos que vale la pena repetir lo que diría mi compadre: “De Lengua me como un plato”. Hablan, hablan, hablan y no paran de prometer, que hasta el hambre se nos quita. Tenemos el ejemplo de la actual legislatura que, en buen vaivén, tratan de fraternizar tirios y troyanos para sacar adelante, con sustanciales modificaciones, la nueva Ley del Trabajo solicitada por el todavía jefe del ejecutivo. También otras leyes. De la transparencia. De la publicidad. Y otras que ellos no pudieron o quisieron corregir en su tiempo. Son los mismos, diputados hoy, senadores ayer, y viceversa. Menos jóvenes, pero con más mañas, siguen como líderes de su partido, en ambas Cámaras.

(Entre paréntesis: aprobarán la compra del nuevo avión presidencial con un costo de casi diez mil millones de pesos, según la Secretaría de la Defensa Nacional, para dejárselo ya pagado por nosotros al joven que va a reemplazar a los Calderón en Los Pinos. Ojalá tomen en cuenta que con tan fabulosa cantidad  cuántas escuelas, cuántos hospitales se construirían y cuántos empleos se fundarían, amén de otras obras en beneficio del pueblo)

No podemos olvidar que han transcurrido cuarenta años desde que la legislación laboral en México fue revisada en la última ocasión. Claro que el mundo  activo ha cambiado y pueden las reformas, si son las adecuadas, modernizar el marco normativo. Pero de ninguna manera  ser una amenaza  a la vida gremial. Inadmisible una ley que precarice la fuerza de trabajo. A permitir la flexibilización en criterios  de contratación y despido y la revisión del derecho de huelga o menoscabar la autonomía sindical. Son los líderes, con sospechosas fortunas personales, eternizados en las dirigencias, que ven amenazadas sus prebendas, los principales opositores a las enmiendas legales. Son los trabajadores sindicalizados quienes los mantienen en las cúpulas, como gratitud  por las prestaciones que con dinero del pueblo en general les otorgan los gobiernos en turno.

Uno de aquellos, hoy como legislador del Pri, y ayer senador sostiene que la pobreza, la desigualdad social y regional;  la violencia criminal y el rezago educativo y laboral urgen a que diputados y senadores asuman una función como eje  de gobernabilidad democrática que con reformas y acciones permitan superar la mediocridad y restablecer el rumbo de México. Acaso no tuvieron oportunidad en hacerlo durante sus tiempos. También quien en diciembre asumirá el Poder Ejecutivo, desde su periplo al sur del continente, urge al Congreso a la aprobación de la nueva Ley Laboral.   Advierte, empero, “con las modificaciones que no empañen la vida del trabajador mexicano”. Sí habrá Ley, nueva ley, pero con los ajustes necesarios para no conculcar los derechos sindicales. Sin que se les doblegue ante el patrón y con oportunidades de trabajo remunerado adecuadamente, como pide la directora general del Instituto Politécnico Nacional. Será menester  abrir fuentes laborales, dentro de un nuevo marco de verticalidad, rectitud, honestidad que permita a los inversionistas, empresarios, industriales, comerciantes la confiabilidad en mano de obra eficiente, calificada y decidida a cumplir con sus obligaciones a cambio de un trato recíproco de confianza, y equidad: Ganar bien y pagar mejor.

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