No, mi admirado José Alfredo: la vida sí tiene un precio.
Desde luego, depende de la oferta y la demanda. Si eres pobre en el estado de México, te llamas Fernando, tienes cinco años, y tu madre soltera tiene una deficiencia mental, manifestada además en su discapacidad para expresarse verbalmente, tu vida vale mil pesos.
Marcelina Noemí Gómez es la madre de quien ahora todos llamamos Fernandito; fue ella quien acudió a abrir, el 28 de julio pasado, la puerta de su vivienda en la colonia Ejidal del Pino, en el municipio de La Paz, en el estado de México. Se encontró con sus vecinas Lilia “N” y Ana Lilia “N”, que así se llaman por el estúpido código de procedimientos penales actual, que venían a cobrar una deuda de mil pesos, que le habían dado en préstamo.
Como Noemí no tenía para saldar la deuda, las dos mujeres -mientras la pareja de una de ellas, un tal Carlos, esperaba en la esquina- literalmente agarraron a Fernando y se lo llevaron en calidad de rehén a su casa. Lo mantuvieron ahí siete días, hasta el 4 de agosto, y ahí mismo repetidamente le negaron a la madre verlo, mientras no pagara los mil pesos. El primero de agosto le dijeron que se lo habían entregado al padre del chamaco. El día 2, que se lo habían dado a la abuela paterna. Mentira vil.
En su condición desventurada, Noemí acudió a las oficinas del DIF municipal, a las instancias que pudo colegir (se atravesó el fin de semana en que la burocracia tiende a trabajar menos) sin obtener respuesta o apoyo. El día 4 de agosto levantó una denuncia y la policía fue al domicilio de las vecinas agiotistas. La respuesta de ellas fue que el menor se había salido, sin ellas saber hacia donde. Un olor fétido alertó a los agentes. El cadáver del niño estaba en bolsas de plástico en estado de putrefacción, muerto por lo menos dos días antes. Los tres fueron detenidos.
El dictamen forense establece que Fernandito murió a consecuencia de trauma cráneoencefálico, por impacto de objeto metálico contundente. Es una forma burocratizada de decir que lo mataron a martillazos en la cabeza.
Toda esta historia es lo suficientemente nauseabunda como para provocar el enorme y comprensible enojo social que trajo.
Pero eso no es todo, José Alfredo.
El lunes pasado, los tres pelafustanes comparecieron ante el juez de instrucción para la formal consignación.Y, ahora resulta que la acusación de la fiscalía del estado de México no es por homicidio intencional, sino por “desaparición de persona”; aunque esta semana el fiscal general de la República, Alejandro Gerz Manero haya dicho que sólo el homicidio es peor que el secuestro, la disminuída acusación hiede, aunque se le agregue la de ocultación del cadáver.
Pequeño entremés: Mario Cristalinas, presidente del DIF en La Paz, presentó su renuncia, orgulloso de haber tenido la oportunidad de servir a la patria.
Otrosí.
En la audiencia del lunes, la señora Marcelina Noemí, mamá de Fernandito, le dijo con mucha dificultad al juez, que ya no deseaba que la representara la abogada Fabiola Villa, me dicen que defensora de derechos humanos, y quien había llevado su caso hasta ese momento. Cuando el juez le pidió a Mareclina Noemí que nombrara a un representante legal, ella se quedó callada. Una mujer policía que le acompañaba, pronunció el nombre de Rodrigo, así nomás.
Por casualidad, Rodrigo andaba por ahí. Por casualidad, Rodrigo no pudo presentar una cédula profesional que acredite su calidad de licenciado en leyes. Por casualidad, el tal Rodrigo es empleado, asesor jurídico, dijo la alcaldesa, del municipio de La Paz, estado de México.
Y aquí se cierra la pinza.
Según Alfredo Raúl Gómez, hermano de la madre de Fernandito, ella recibió durante el fin de semana llamadas de intimidación ordenándole que sacara a la abogada Villa del juego.
Pero hay más. Se ha filtrado a los medios que, aparentemente, el domingo acudieron a la casa de Marcelina Noemí la maestra Delfina Gómez Álvarez, gobernadora del estado de México, y Martha Guerrero, presidente municipal de La Paz, y que exigieron hablar con Noemí en privacía total, sin celulares. Antes se decía sin cámaras ni micrófonos. Y dicen que hubo entrega de despensas y promesa de apoyo monetario. Dicen que los familiares están molestos porque quedaron fuera del trato.
No me consta.
Pero, querido José Alfredo, ¿te cae que no vale nada la vida?
PILÓN: PARA LA MAÑANERA DEL PUEBLO (porque no dejan entrar sin tapabocas): Hace nueve años, la secretaría de Gobernación -no me pregunten quién andaba ahí- le dio registro y cédula al Centro de Dignificación Humana, A.C. como defensor de los migrantes que vienen de Centroamérica rumbo al cada vez más imposible Norte.
El presidente de esa entidad se llama Luis García Villagrán. El otro día le dieron frescobote acusado de pollero.
Cuando le preguntaron a la mal informada presidente de México sobre el caso, doña Claudia mintió, y dijo que García Villagrán no era un activista y que tenía una orden de aprehensión por tráfico de personas.
Pues resulta que en Tapachula un juez desestimó el caso, consideró que la acusación no tenía sustento, y liberó a don Luis. A pesar del decir de doña Presidente.
Debo reconocer que esto no es como antes. ¿Un juez contrariando al Tlatoani? Me cae, que es un avance.
Pero no aceleren los festejos. Los jueces de hoy serán los acusados de mañana, dentro de dos meses, porque el diez por ciento del pueblo noble y sabio ya decidió cambiar a todos los togados. Desde el más chiquito hasta el más picudo. Y luego les cuento lo de la reforma electoral, que ya se cocinó.