En 2017 el PAN estuvo en la antesala de la gubernatura, y el año próximo podría perder su registro en el estado. Después de haber sido la principal alternativa opositora, Acción Nacional pasó, en menos de una década, al cuarto lugar, por debajo de Morena y el Partido del Trabajo (PT). La rendición de su cúpula al PRI, en las elecciones para gobernador de 2023, aceleró la debacle. Hermanarse con las siglas a las cuales afrontó por más de 84 años supone la negación de sus ideales y luchas democráticas. También traiciona la memoria de sus fundadores y de quienes arriesgaron su vida por desafiar al poder. Los electores pagaron con la misma moneda y le dieron la espalda. La mayor parte del sufragio azul ahora es guinda. El PRI aprovechó la crisis panista, pero en las urnas no le favoreció, pues sus niveles de votación se mantuvieron estables.
El PAN registró su votación más alta en 2017, cuando postuló a Guillermo Anaya para gobernador. Las 452 mil papeletas captadas por el exalcalde de Torreón representaron el 36.4% de la votación total, apenas 2.5 puntos inferior a la de Miguel Riquelme, candidato de una coalición de ocho partidos encabezada por el PRI. En la siguiente elección, solo el 6% de la lista nominal (81 mil 526) cruzó el escudo del PAN, una caída de 30 puntos. Los votos se sumaron al abanderado del PRI, Manolo Jiménez. En el mismo proceso, Morena recibió 287 mil sufragios (21.3%) y el PT, 178 mil (13.3%).
El partido con mayor crecimiento fue el PT, impulsado por su candidato, Ricardo Mejía. La votación petista subió 831% con respecto a la elección previa de gobernador, cuando solo captó el 1.5%. El voto por Morena aumentó 89%, con Armando Guadiana; y por el partido estatal Unión Democrática de Coahuila (UDC), de Evaristo Lenin Pérez, 54.2%. En los comicios para ayuntamientos de 2024, Acción Nacional retrocedió otros dos puntos y fue alcanzado por el Partido Verde Ecologista de México (PVEM). La alianza Morena-PT obtuvo el 24% de los votos, y la del PRI-PRD-UDC, el 46.3%.
Acción Nacional ganó en 1996 las alcaldías de Saltillo, Torreón, Monclova y Ramos Arizpe. Hoy está confinado en Cuatro Ciénegas. El tándem Morena-PT gobierna Piedras Negras, Francisco I. Madero, Nava, Allende y Villa Unión; y el PT, en solitario, Zaragoza. El PVEM ondea su bandera en Sabinas; y la de Movimiento Ciudadano, en Hidalgo. El PRI mantiene su lugar de primera fuerza en el estado, con 25 municipios. El PAN no solo ha perdido votos y posiciones, sino también ánimo y dirección. Elisa Maldonado, autoelegida para un segundo periodo en el comité directivo estatal, convirtió al PAN en satélite del PRI. Quizá sea ella quien coloque los sellos de «cerrado» en las puertas de un partido conformado hoy con sinecuras y mendrugos.
Los pocos liderazgos históricos (García Villa, Jorge Zermeño…) están agotados y desde su retiro contemplan, indiferentes, el hundimiento de un partido cuyo aliento para «mover las almas» se apagó. Después de una carrera brillante, Guillermo Anaya volvió a la Cámara de Diputados como una sombra, cobijado por el PRI, quien lo diría. Marcelo Torres es otro fantasma; solo que, en su caso, por propia voluntad. La desmoralización campea entre los azules. Perdieron la brújula moral y desviaron el camino. El poder los trastornó. Echar en saco roto la máxima de su fundador, Manuel Gómez Morín, según la cual «Las ideas y los valores del alma son nuestras únicas armas; no tenemos otras, pero tampoco las hay mejores», les pasó factura.