El caso del pedófilo Jeffrey Epstein tiene al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en la picota. La retractación del Gobierno de publicar documentos inéditos sobre la red de tráfico sexual y la lista de clientes (políticos y empresarios) del magnate financiero divide incluso a los simpatizantes del líder norteamericano. Epstein se suicidó en agosto de 2019 en el Centro Correccional Metropolitano de Nueva York (MCC, por sus siglas en inglés) en condiciones sospechosas. Los guardias encargados de monitorearlo cada media hora se durmieron y alteraron los registros. Dos años después, el MCC fue clausurado.
Trump niega haber sido informado por la fiscal general, Pam Bondi, de figurar en los archivos de Epstein, lo cual no lo incrimina. Días antes dijo lo contrario. El tema es explosivo y amenaza minar la base electoral del presidente y su influencia entre los republicanos. Máxime porque Trump ha barajado la posibilidad de indultar a Ghislaine Maxwell, pareja y cómplice de Epstein, condenada a 20 años de prisión. La isla del pederasta en el Caribe era visitada, según informes judiciales, por el expresidente Bill Clinton, el príncipe Andrés de Inglaterra y el exgobernador de Nuevo México, Bill Richardson, quien habría recibido donativos de Epstein para su campaña.
El presidente de Estados Unidos utiliza su mejor arma para defenderse y desviar la atención: su lengua. La prensa —dice— debería hablar de Clinton, quien supuestamente realizó 28 viajes a la isla; y él, ninguno. Clinton niega la versión, pero está documentado que utilizaba el avión privado de Epstein, a quien recibió varias veces en la Casa Blanca durante su mandato. Trump y Epstein fueron amigos por más de una década. Antes romper con el magnate financiero —«por ser un depravado»— lo definió como «un tipo fantástico. […] Es muy divertido estar con él. Incluso se dice que le gustan las mujeres hermosas como a mí, y muchas de ellas son más jóvenes», declaró a la revista New York en 2002 (BBC News Mundo, 04.01.24).
En medio del revuelo político, The Wall Street Journal descubrió que en 2003 Trump dedicó una carta a Epstein (calificada de «obscena») para un álbum con motivo su 50 aniversario, acompañada con la silueta de una mujer desnuda y la frase: «Feliz cumpleaños, y que cada día sea otro maravilloso secreto». El material forma parte de las investigaciones del Departamento de Justicia contra Epstein. Trump demandó al diario, propiedad de Rupert Murdoch, por difamación. El escándalo Watergate, que al principio parecía inocuo, escaló por la atención de los medios de comunicación al allanamiento del Partido Demócrata en junio de 1972, y provocó la renuncia del presidente Richard Nixon.
Trump, nacido en Queens, y Epstein, en Brooklyn, ya eran millonarios cuando se conocieron. Compartían aficiones, en particular por las mujeres, según se desprende de las declaraciones de Trump a la revista New York y de las sentencias por la violación de la periodista Jean Carroll y el trato para silenciar la actriz porno Stormy Daniels, por las cuales recibió sentencia. Más allá del desenlace de los archivos de Epstein, el caso exhibe la podredumbre en las más altas esferas del poder económico y político, donde ocurren los crímenes más execrables con la protección de un sistema de justicia siempre a su servicio. El final de Epstein ya se conoce; falta saber cuál será el de Trump.