Por primera vez en sus casi 100 años de historia, el PRI no presenta candidato a la presidencia, ya que en la elección del 2018, presentaron candidato que no era priista, pero las elecciones de este 2024 que viene, marcarán el final de su historia, al menos como partido nacional, ya que se verá reducido a su mínima expresión y volverá a sus orígenes, en donde, lo que quede, si es que queda algo, serán pequeños poderes locales sin ninguna representatividad.
El PRI Tuvo muchos aciertos, pero son los excesos lo que lo aniquilan, uno de ellos fue cuando durante la elección de 1976, solo el PRI, en alianza con el PARM y el PPS, presentaron como su candidato a José López Portillo, quien no tuvo rival, ya que su adversario el PAN, atravesaba por una crisis siendo la primera ocasión que Acción Nacional no presentó postulante.
Por su parte, la izquierda presentó a Valentín Campa por el Partido Comunista Mexicano, el cual, al no contar con registro oficial, su candidatura no fue reconocida oficialmente.
En dicha elección el candidato oficial bromeaba que “el voto de su madre por él, hubiera sido suficiente para obtener el triunfo”, gracias a la soberbia del sistema, el partido y de su administración le recuerdan a su madre todos los días muchos mexicanos.
En la década de los 80’s al le tocó al entonces presidente del CEN del PRI, Adolfo Lugo Verduzco, enfrentar derrotas frente al PAN en Chihuahua, Durango y Coahuila, y se vio obligado a pronunciar aquella frase: “En las elecciones, se gana o se pierde”.
Desde su fractura en 1988 en aquella elección en donde se cuestionó el triunfo de Carlos Salinas hasta que sucedió en el 2000 su primera derrota presidencial a sus 70 años de existencia, el otrora “partidazo” sufrió una catarsis inmediata, de la cual pudieron y supieron recuperarse gracias a que los dos presidentes de extracción panista no entendieron (por ignorancia e incompetencia) que el camino al infierno está pavimentado de buenas intenciones, y le regresaron la silla presidencial para un último periodo que fue encabezado por el expresidente Peña Nieto.
El equipo peñanietista presumía de una nueva generación de gobernadores priistas, que según ellos cambiarían el rumbo de la nación, y ¡vaya que lo hicieron! ya que con pésimas administraciones como la de Roberto Borge Angulo, en Quintana Roo, Javier Duarte, en Veracruz, Roberto Sandoval, en Nayarit, César Duart Jáquez, en Chihuahua, Rodrigo Medina, en Nuevo León, Eugenio Hernández Flores, en Tamaulipas, facilitaron el camino para que López Obrador pudiera llegar a la presidencia en su tercer intento.
Alejandro Moreno Cárdenas, mejor conocido como “Alito”, será el sepulturero, ya que cuando recibió el partido gobernaba en 12 estados, hoy solo sobreviven Coahuila y Durango, los cuales no ganaron solos y están obligados moralmente a cumplir sus acuerdos con quienes los apoyaron (PAN y PRD).
Dios los hace y ellos se juntan, el PRI y sus compañeros de aventura, (PAN y PRD) de no obtener el triunfo en la elección 2024 sufrirán la misma suerte. Independientemente del PRISMA con el que se vea.
Epílogo: En 1974 el Instituto Mexicano de Opinión Publica (IMOP), realizó por primera vez una encuesta para revelar percepciones de la población sobre los aspirantes y sus probabilidades de obtener la candidatura presidencial del PRI en 1976. En dicha encuesta se mencionaron cuatro personajes, Mario Moya Palencia, Porfirio Muñoz Ledo, José López Portillo y Hugo Cervantes del Río, con tres preguntas: Candidato Preferido, Candidato más Viable, y Candidato más a gusto al sistema. El resultado ya sabe cuál fue.
Vaya que el presidente Andrés Manuel es un fanático de la historia y admirador de Luis Echeverría, ya que como buen parricida logró exterminar al partido que le dio cabida y lo formó como político, logró que su DNA (gen político) no tenga candidato, además de repetir la misma encuesta para acomodar a quien él quiera que sea su sucesor o sucesora.
