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Debanhi o el suculento manjar en una cena caníbal

En la cena de caníbales no hay género que valga. Si es cierto que el hombre es el lobo del hombre, también la mujer es la loba de la mujer. La degustación como gula: destripar la carne de la carne. Todo cabe en Debanhi, sabiéndola revictimizar. En la danza de las culpas y las exoneraciones, nadie es infractor: ni las amigas ni el chofer ni el padre en sus 15 minutos de fama.

Como Vicente Fox, nuestro cobarde gobernador, Samuel Alejandro García Sepúlveda, casi pronuncia, “¿Y yo por qué?”. Misógino, le dijo a su pareja que se cubriera la pierna; envalentonado, aseguró que quien se metía con una mujer de Nuevo León, se metía con él. Pusilánime, a las primeras de cambio recula, se desdice, no se responsabiliza. Huye a Texas. Su error fue visitar a los padres de Debanhi, teniendo encima la muerte de María Fernanda Contreras. Quiso ser políticamente correcto, terminó siendo mediáticamente incorrecto. Ya las redes sociales lo condenaron, no lo bajan de payaso. En la historia reciente de Nuevo León, ningún gobernador se había despeñado tan rápido.  Es imposible que Samuel Alejandro recupere su imagen, lo que viene es el cinismo, el millonario gasto en publicidad para tratar de recomponer su imagen deteriorada.

Despedir a dos funcionarios de la Fiscalía es aceptar las inconsistencias y la incompetencia. El caso de Marifer no está resuelto, el caso de Debanhi ya se les complicó. Expertos en la ineptitud, las autoridades federales les corregirán la plana. Y no se descarte una línea de investigación que apunte a la trata de blancas. Un tema que quieren ocultar familias, medios de comunicación y autoridades.

En su “Nocturno de San Ildefonso” Octavio Paz cantó:

“Enredo circular:

                             todos hemos sido,

en el Gran Teatro del Inmundo,

jueces, verdugos, víctimas, testigos,

                                                                todos

hemos levantado falso testimonio

                                                             contra los otros

y contra nosotros mismos.

                                                Y lo más vil: fuimos

el público que aplaude o bosteza en su butaca.

La culpa que no se sabe culpa,

                                                      la inocencia,

fue la culpa mayor.

                                   Cada año fue monte de huesos.”

Cena caníbal, monte de huesos. Y andando en ancas, tal vez alguien pueda resolver mi duda metafísica: ¿Qué perfume pérfido usaba Debanhi cuando murió?

@ruizjosejaime

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