Entre los hechos históricos que más impactó a Monterrey, destaca la presencia de una mujer en la invasión americana: La muchacha de Monterrey, dada a conocer por algunos soldados invasores quienes escribieron al respecto, compusieron canciones y poemas mencionándola como The maid of Monterrey.
La Batalla de Monterrey casi desconocida en las páginas de la historia local y nacional, ha sido motivo de rescate y análisis por la organización Amigos de la Batalla de Monterrey encabezados por Ahmed Valtier y Pablo Ramos Benítez; sus logros han sido: Colocarla en el calendario cívico nuevoleonés, construcción de una pequeña plaza alusiva al hecho en La Tenería, ubicada en la margen norte del Canal de Santa Lucía, en su cruce con la calle Héroes del 47, colocar placas en los lugares de Monterrey donde se efectuaron los combates y un Museo que se encuentra en construcción.
La muchacha de Monterrey, valerosa joven que socorrió a los heridos de ambos bandos, su participación se dio a conocer en la prensa del país vecino, concretamente en el periódico Louisville Courier, cuando un soldado mandó una carta y le fue publicada en octubre de 1847: «Vi a una joven mexicana, afanosamente ocupada en traer pan y agua para los heridos de ambos ejércitos. Vi a este ángel auxiliador levantar la cabeza de un herido para darle agua y alimento y, después, vendar la cruel herida con un pañuelo que desprendió de su propia cabeza. Habiendo agotado las provisiones regresó a su casa para traer más pan y agua y socorrer a otros».
En la canción titulada The maid of Monterrey cuya autoría se presume sea de John Hill Hewitt, retrata el humanismo y la valentía de la joven en el fragor del combate: «Ella al sediento dio de beber, / y arropó la sangrante herida;/ rezó mansas plegarias/ por aquellos que desfallecían. / Y cuando el clarín sonó/ al amanecer del día,/ nosotros bendecimos a la señorita,/ a la muchacha de Monterrey».
Su acción no quedó registrada en las páginas de las historia local y nacional por lo doloroso del hecho bélico que dejó profunda huella en el ánimo de los regiomontanos, ahondada por el divisionismo existente en las tropas mexicanas.
La heroína murió de un balazo en la cabeza, cuando realizaba su humanitaria labor.