“No te preocupes, ya has pasado por situaciones parecidas y siempre sales adelante”, es una expresión de pretendido apoyo que seguramente muchos hemos escuchado cuando atravesamos circunstancias difíciles.
La intención se agradece, aunque los resultados no lleguen, pues para ello es necesario que las condiciones que nos rodean sean invariables, lo que difícilmente sucede en el devenir terreno.
En el camino de su vida un hombre puede estar muchas veces desempleado y volverse a emplear, pero un día tendrá 67 años y ese ciclo jamás volverá a repetirse. De manera recurrente un gobierno puede ser omiso, pero las fuerzas fuera de la ley con las que se alió crecerán y cambiarán la relación de dominio.
Creer que las condiciones de la vida del hombre son estáticas, equivale a ignorar que su existencia en la tierra es producto de un proceso dinámico.
Aspirar a recorrer la misma larga trayectoria de un partido político hegemónico como el PRI, sin importar que se incurra en sus mismas faltas, podría ser mera ilusión a menos de que la tolerancia y condiciones de las personas y grupos agraviados fueran iguales a las de hace casi un siglo.
El caso de Ceci Flores, fundadora de Madres Buscadoras de Sonora, del que dan cuenta diversos medios de comunicación masiva, ilustra (¿o advierte?) el riesgo de la repetición de una conducta del poder indistinta para conservadores y liberales, que hoy se traduce en la incongruencia de defender el discurso de la transformación y reincidir en el de siempre.
Como podrá recordarse, Flores criticó que el Ministerio Público acudiera hasta el Senado para tomar declaraciones e iniciar el proceso de la denuncia de Gerardo Fernández Noroña contra Alejandro “Alito” Moreno, lo que raramente sucedería si el presunto ofendido fuera un ciudadano de a pie. “Los senadores tienen justicia a domicilio, mientras las madres tenemos que rascar tierra para buscarla”, escribió la mujer buscadora en la red social X.
“Es que ellos también lo hicieron”, le decía a mi madre cuando trataba de justificar alguna conducta indebida en la que también había incurrido uno de mis hermanos. “¿Entonces si dice que te eches por la ventana lo haces?”, respondía ella.
Este recuerdo da lugar a otro de mi misma infancia relacionado con el deseo de ser diferente actuando igual.
La semana pasada la prensa también dio a conocer que la “oposición” tampoco desentona en “las rancheras”, pues la policía municipal del hasta hoy único candidato viable del “prian” en el estado de Nuevo León, el alcalde de Monterrey, Adrián de la Garza, intervino con armas largas para impedir que mujeres del colectivo Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos colocaran una manta con motivo del Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas, y de paso tratar de esposar a una de ellas.
Ah, cómo recuerdo que a mí también me daban miedo los niños más grandes que yo, aunque no por eso maltrataba a los pequeños, quienes, por cierto, crecen y cambian también con el tiempo.
“Pregunta de examen”, decía uno de mis profesores cuando trataba en clase algún tema de tal importancia que consideraba imposible soslayar: ¿qué es preferible: aceptar la comodidad de la fantasía que dice que invariablemente se saldrá adelante o admitir que hay que trabajar para poner en marcha acciones distintas, pues las circunstancias del hombre y su mundo son dinámicas?
La fugacidad de lo mundano y su continuo cambio son tan crueles que ni a los voceros del pueblo, ya sean de izquierda o derecha, conceden el carácter de perennes, concluyo.