He estado viendo información de muchas fuentes que celebran a la doctora Sheinbaum como la amansalocos por excelencia contra Donald J. Trump. Se presenta como casi glorioso el nuevo plazo para definir aranceles contra México (que pagarán los consumidores estadounidenses). Es verdad que México ha sido el único país que recibió ese nuevo plazo, que no necesariamente es un beneficio. Hay aranceles ya vigentes, y ahora se trataría sólo de una especie de prólogo para la inminente renegociación del TMEC, al menos entre México y Estados Unidos. Recuerdo que en el límite del plazo anterior, fue Marcelo Ebrard, si mal no recuerdo, quien dijo lapidariamente que se hizo lo que se podía hacer. En estos términos, todo lo demás sería lo que no se podía hacer, es decir, lo imposible. Entonces, en el nuevo plazo de 90 días los negociadores mexicanos tendrán que cambiar un poco el libreto, pidiendo lo mismo pero con otras palabras y haciendo rogativas también a la virgencita y a San Judas. O bien, observar con paciencia de cazador el efecto de la guerra arancelaria (y las otras) en la economía y la estabilidad política y social estadounidense. Atender la exposición de la presa, o su debilidad. Porque todo parece indicar que el renacimiento MAGA se empieza a asfixiar con su propio cordón umbilical.
Sólo espero que la información que procesen los negociadores mexicanos no se limite a los alardes de Trump en redes sociales y en medios afines. La realidad paralela que se vive en Estados Unidos ha hecho realidad el sueño de la derecha mexicana, imponiéndola por decreto. Años hace, desde poco antes de la llegada de don Andrés a la presidencia, que las campañas mediáticas intentaron hacerlo en México. Su sexenio fue un frenesí de mentiras que han demostrado que la mayoría electora mexicana ya no está dispuesta a comulgar con ruedas de molinos. Hubo medios de comunicación honestos, entre convencionales y alternativos, que exhibieron las falsedades. Pero creo que fue el propio desarrollo de un estilo de gobierno diferente el que puso en crisis la credibilidad de la oposición y sus comparsas. Yo me excusaría de calificar al gobierno de don Andrés como excelente, aunque lo fue al menos en que tuvo que gobernar a contrapelo. Sí aseguro, por experiencia como ciudadano con derechos y deberes, que su gobierno superó por amplio margen a los sexenios que yo recuerdo, desde Díaz Ordaz a Peña Nieto. Las víctimas de la verdad en México han sido medios y periodistas corruptos, políticos deshonestos, funcionarios prevaricadores. Y sin embargo, con menos de un miligramo de credibilidad, insisten en vendernos una farsa. Supongo que les entusiasma y revitaliza que en Estados Unidos tenga tanto éxito la difusión de mentiras ex cathedra.
Tal vez por eso no me extrañó que el impresentable “Alito” Moreno, sedicente líder nacional del PRI, haya prácticamente huido a Estados Unidos a destilar su veneno contra el régimen mexicano, que por extensión emponzoña a todos los mexicanos. Aquí no tendría tanto impacto. Allá, nuestros primos gringos ya están acostumbrados. Trump ha popularizado el recurso de responder a acusaciones en su contra cambiando de tema. No sólo se trata del caso de Epstein. También hay una larga lista de arbitrariedades cometidas por decreto que difumina despotricando contra sus opositores reales o ficticios. Ha llegado al extremo de ofender a sus propios seguidores del Partido Republicano… el gringo, no la franquicia que intentan endilgarnos en México. “Alito” ha mostrado su deshonestidad una vez más al atrincherarse en el fuero. Si fuera honesto e inocente, renunciaría al fuero y enfrentaría las acusaciones que le llegasen. Todo parece indicar que no es ni lo uno ni lo otro.
Lo que tampoco me extraña es que vaya a pedir “chichi” a Estados Unidos, Norma Piña lo hizo, Bertha Xóchitl también, por mencionar algunos. Lo que dice allá bien pudo decirlo aquí libremente, y hay muchos medios que no sólo le darían espacio, sino que hasta le harían el caldo gordo. México es un ejemplo del abuso de la libertad de expresión. Si “Alito” fue a “denunciar” al gobierno mexicano en Estados Unidos, su mensaje no era para los ciudadanos mexicanos sino para los estadounidenses. No sólo fue a curarse en salud ante los señalamientos que se le hacen en México, también fue a pedir auxilio a un país extranjero. Miramón fue más decente. Falta que ahora vaya a quejarse también con el dictador salvadoreño, “santanita” Bukele. O a cantarle un tango campechano a Milei. Lo interesante del caso es que el discurso vengativo de “Alito” no parece levantar ampolla, ni en México ni en Estados Unidos. A mí en lo personal, lejos de preocuparme por la refocilata política mexicana, me preocupa más la insania trumpista, que ya ha causado estragos en todo el mundo y puede causar muchos más. Yo no veo el nuevo plazo arancelario para México como un triunfo de la diplomacia sino de la astucia. La llamada entre Trump y Sheinbaum debió servir para confirmar un trato. Negociar es trabajo de mesa, y aunque Sheinbaum es capaz de hacerlo, Trump no.
No sé qué le espere a “Alito” luego de este desfiguro que lo despinta como político y lo pinta como traidor. Un ladrillo más al descrédito nacional del PRI y mucha chamba para los liderazgos priistas locales; en ellos recae la titánica tarea de mantener las cada vez más anémicas bases militantes. Respecto al triunfo arancelario de Sheinbaum, pues sí, lo es, pero temporalmente. A ver cómo les funciona a los negociadores adaptarse a las nuevas circunstancias de la guerra comercial (y las otras) de Trump. Espero que hayan notado que la última palabra siempre la tiene Trump, no sus negociadores. Además, que no trata de buscar equilibrios comerciales sino de expoliar a países. Que los aranceles los usa para todo como el parcetamol del IMSS (cuando hay): con México, por el narcotráfico; con Canadá, por el narcotráfico y Palestina; con Brasil, por su compadre Bolsonaro (otro golpista); con la India, por el petróleo ruso; y así con todo mundo, por lo que se le ocurra. Eso sí, no sólo México sino todos los países “arancelados”, deberían estar atentos al pequeño detalle de que según las leyes estadounidenses, el presidente no está facultado para imponer aranceles sino el poder legislativo. El caso está en las cortes estadounidenses. Es decir, que estaríamos negociando con las personas equivocadas. Y si Trump impone su capricho por encima de la ley, estaríamos negociando con un dictador, bajo nuestro propio riesgo.