“Si supiera que el mundo se acaba mañana,
yo, hoy todavía, plantaría un árbol”
Martin Luther King
Una semana después de que la organización que dirige fue cuestionada públicamente por el costo de cada árbol que planta, que según la información de “El Norte” tiene un precio total de 125 mil pesos, Cosijoopii Montero declara en una nota aparecida este domingo en “El Porvenir” que “la reforestación de La Alameda es uno de los proyectos más importantes de la historia de la ciudad porque representa la recuperación ecosistémica del parque urbano más importante de la Monterrey en la que no podemos escatimar ninguna decisión”.
No, pos sí, a ese precio sí sale.
Relata Montero que la Alameda se encuentra en el deplorable estado de arbolado que hoy luce debido al descuido y falta de atención de las autoridades durante los últimos 50 años.
Se equivoca Cosijoopii, porque esto no es verdad. Desde 1861 cuando fue creada, nuestra Alameda ha sido punto de encuentro, lugar icónico, sitio lleno de historias y hasta hace poco, muy poco, uno de los principales pulmones de la ciudad.
Hasta antes de la crisis hídrica que Monterrey padeció a partir del año 2021, el abasto de agua se centró en dotar a la población del vital líquido, dejando de lado aspectos como el riego de parques y jardines; fue ahí que decenas de árboles de muchísimos años que se encontraban en la Alameda comenzaron a morir.
En 2024 la Administración Municipal regiomontana comenzó un programa para retirar aquellos árboles que, según sus estudios, no podían salvarse y replantar nuevos; el esfuerzo realizado, en comparación con la pérdida, resultó mínimo.
En su momento, faltó visión por parte de la autoridad. Era necesario buscar mantener ese y otros espacios con agua de resuso, hacer campañas de concientización y conseguir mantener vivos esos árboles, pero no se hizo.
No, no han sido 50 años de desatención, bastaron tres para secar la Alameda y el daño que pagaremos todos los regiomontanos, tardará años en rendir frutos.
Pero eso sí, Cosijopii y su organización están más puestos que un calcetín para plantar todos los árboles que se quieran, siempre y cuando pasen por la registradora a pagarlos a un exorbitante precio.