El 18 de septiembre de 2020, en pleno primer mandato de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos, murió a los 87 años de edad Ruth Bader Ginsburg, después de una lucha de veinte años contra el cáncer. Había sido nombrada a la Suprema Corte por Bill Clinton 40 años antes y se caracterizó por si línea liberal en pro de los derechos humanos, especialmente de la mujer.
La fecha viene al caso hoy en Washington, porque los círculos políticos opuestos a Trump afirman que si la ministra se hubiera retirado antes, el presidente Obama hubiera podido nombrar a un juez o jueza más afin a su línea politica. Pero a se sabe que el hubiera no existe más que en la literatura.
Pero el asunto de la edad provecta y el poder son un tema vigente en los Estados Unidos. Especialmente a partir de las revelaciones sobre el decadente estado de salud de Joe Biden: su cáncer prácticamente terminal, y su obstinación largamente sostenida de buscar la reelección se mencionan entre otros, como causales de la derrota demócrata del 2024 y el ascenso de Donald Trump.
En los últimos 16 meses, según el sitio noticioso del Capitolio, The Hill, han fallecido seis legisladores del patido demócrata; tres diputados de marzo para acá. David Hogg vicepresidente del Comité Nacional Demócrata afirma que hay que reconsiderar el sistema “señoríal”, que da preferencia a los viejos experimentados que se reeligen en cada elección, impidiendo el avance de los más jóvenes.
Los del otro cachete no están mejor. Hace cinco meses renunció por problemas de salud el decano de los senadores republicanos, Mitch McConell, a los 83. 18 años estuvo ahí. Donald Trump -78 cascabeles- es el presidene electo de más edad en la historia de los Estados Unidos. Un país irónicamente joven, que está envejeciendo intensamente en sus instituciones. La edad promedio de los diputados, que allá se llaman representantes, es de 57.9 años; el de los senadores es 65.3.
En junio, el partido demócrata tiene que considerar el concepto de que el ecosistema político requiere de sangre nueva, algo que el mismo Hogg, antes partidario de la señoría predominante, ahora apoya.
No deja de ser interesante que esta crisis, esta escasez de mandos nuevos, se reproduce, desde luego que por otras causas, en el esquema político mexicano: los jóvenes de antes no han dejado subir a los cuadros jóvenes de ahora.
No ha mucho, en su programa de Teleformula, Ciro Gómez Leyva lanzó al aire la hipotética pregunta de quién, en la oposición, podría representar un liderazgo ajeno al Cuatrote.
La hipotética respuesta se atoró en Cuauhtémoc Cárdenas.
El ingeniero tiene 91 años de edad.
MAÑANERA DEL PUEBLO (porque no dejan entrar sin tapabocas): Para de hoy en adelante, como marcó línea mi querido Armando Fuentes Aguirre en el caso del Peje, hasta el último día de mayo esta nota final se repetirá. Por si se les ha olvidado, Caton todos los días en su columna, publicó que un voto a favor de Morena era un voto en contra de México.
A propósito de los comicios de junio primero, la mexicana autoridad espuria reconoce desde ahora que la participación del electorado mexicanuestro en la farsa para integrar el poder Judicial al Ejecutivo, llegará acaso al veinte por ciento del padrón.
A mi juicio, la abstención es una manifestación política confusa; a fin de cuentas un voto no emitido se asume como una apatía que apoya al sistema.
Callar es conceder.
Yo acudré a mi casilla, pero voy a anular mis votos, cruzando de esquina a esquina todas las boletas que me entreguen. Ese será un voto de repudio clarísimo.
A eso invito.