La gestión de Martín Demichelis como técnico de Rayados puede definirse en una palabra: improvisación. Llegó al banquillo en un contexto enrarecido, con un equipo urgido de identidad, liderazgo y resultados. Pero desde su llegada, lo que ofreció fue más confusión táctica, decisiones cuestionables y una alarmante incapacidad para competir en momentos clave.
- Sin estructura defensiva
Rayados nunca supo defender con Demichelis. El equipo se mostró endeble en transiciones, mal parado en táctica fija y con defensores que jamás encontraron orden ni respaldo. En Liguilla, donde cada error cuesta el torneo, su defensa fue un colador. Y eso, en gran parte, es culpa de un técnico que nunca logró transmitir conceptos básicos de contención ni compactación. - Ataque sin equilibrio ni variantes
Aunque por momentos Rayados fue vertical y tuvo partidos con buenos lapsos ofensivos, el equipo jamás encontró un funcionamiento constante. El planteamiento solía depender de individualidades, sin un sistema que potenciara al grupo. Canales, Berterame y De la Rosa fueron usados a destiempo o mal acompañados, y en partidos cerrados, Rayados se volvía predecible y plano. - Falta de liderazgo y lectura de partidos
Demichelis nunca conectó con el plantel ni con la afición. En el vestidor se reportaron roces, como el episodio con Sergio Canales. En la cancha, su lectura fue torpe: cambios tardíos, sistemas mal ejecutados y una nula capacidad para ajustar cuando el rival le tomaba la medida. Sus planteamientos parecían más teóricos que aplicables al fútbol mexicano. - Sin evolución ni autocrítica
Rayados no evolucionó con el paso de los partidos. Se repitieron los errores defensivos, la desorganización y la tibieza en partidos grandes. Y lo peor: Demichelis jamás dio señales de autocrítica o ajustes reales. Se aferró a un libreto que no funcionó.
Conclusión:
Martín Demichelis fue un experimento europeo mal ejecutado en un entorno que exige resultados inmediatos. Su falta de experiencia en el fútbol mexicano, su débil capacidad de liderazgo y su fragilidad táctica sellaron su destino. Rayados no podía permitirse un año de ensayo y error, pero eso es exactamente lo que entregó su técnico.
Resultado final de su gestión: fracaso rotundo.