Rayados se impuso 3-2 a Toluca en la ida de los Cuartos de Final, pero la victoria dejó más dudas que certezas. El equipo mostró una mejor cara ofensiva —algo que se le exigía desde hace semanas—, pero volvió a evidenciar su mayor debilidad: una defensa sin orden, sin liderazgo y sin idea. Y lo peor es que no hay señales de que eso vaya a cambiar bajo la dirección de Martín Demichelis.
El partido comenzó cuesta abajo con un autogol de Víctor Guzmán al 17’, pero Rayados respondió con carácter. Deossa, Canales y Berterame se combinaron para firmar una remontada que por momentos ilusionó. La conexión en ataque fue fluida, dinámica, y por fin se vio una intención clara de ir al frente con determinación.
Pero cuando parecía que el partido estaba controlado, volvió a aparecer el talón de Aquiles: la defensa. Otra vez el balón parado fue un suplicio, y Toluca aprovechó para descontar al 82’. Ese gol mantiene viva una serie que Rayados debió liquidar. Con un técnico incapaz de organizar una defensa sólida, el riesgo de pagar caro en el Nemesio Diez es altísimo.
A esto se le suma un arbitraje que rozó lo grotesco. Permisivo con Toluca, dudoso en las divididas, y sin ningún tipo de criterio en el manejo del partido. Una noche desafortunada del cuerpo arbitral que no puede pasar desapercibida.
Rayados ganó, sí. Pero un equipo que aspira a ser campeón no puede depender exclusivamente de sus delanteros. Las finales no se ganan solo atacando; se ganan sabiendo defender. Y hoy, Monterrey tiene un técnico que no sabe hacerlo.