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Y si vivo cien años

 Once días de enero, 28 del mes cojo, 31 de marzo y todos los de abril. Suma sumando, mañana se cumplen los primeros cien días de la presidencia de Donald Trump. No los he contado, pero casi estoy seguro de que ha firmado durante este lapso más de un centenar de disposiciones ejecutivas sobre la más amplia diversidad de tópicos. Lo que sé es que los Archivos Nacionales de la Casa Blanca no tienen ese dato disponible, que ya lo busqué.

El número no es importante sino por la función distractora que genera: es la estrategia de mando del presidente de los Estados Unidos. Inicia tal cantidad de pequeñas fogatas por todos lados, que no hay cuerpo de bomberos capaz de apagar un gran incendio.

Un momento se ocupa de cazar inmigrantes indiscriminadamente para enviarlos ipso facto a la siniestra cárcel gigantesca que construyó Bukele en El Salvador. Media hora más tarde ordena que los barcos gringos no paguen peaje en el Canal de Panamá. Por la tarde critica la poca -según él- disposición de Zelenski para la paz en Ucrania y al rato pide a Putin que haga las paces.Cada dos o tres días sube o baja los aranceles que va a ponerle al mundo entero que le vende cosas a su país.

Cuando le da la gana abre fuego contra las universidades que permiten el libre pensamiento de sus estudiantes y maestros, quitándole fondos; luego dice que la señora Sheinbaum es una mujer maravillosa, para inmediatamente después quejarse de que Canaadá y México no hacen lo suficiente para que sus jóvenes estadounidenses dejen de drogarse.

Para el desayuno quiere la cabeza del presidente de la Reserva Nacional, al que no puede destituir; de plato fuerte quiere comprar la Groenlandia entera. De postre se le antoja que todos los países de la Union Europea eleven al cinco por ciento de su PIB los gastos en armamento, y a la hora de los coñaques -si los frecuentara- se niega a respetar los ordenamientos de jueces que considera menores y pretenden poner freno a sus desmanes anticonstitucionales. 

Porque a la manera de la reina de corazones del reino maravilloso de Alicia, que dibujo Lewis Carroll, primero es la sentencia y luego el juicio.

Está loco, me dicen con frecuencia.

No tiene un pelo de loco. La intención es esa: confundir. Poner una cortina de humo para que los norteamericanos no se den cuenta de las consecuencias económicas de los desorbitados aranceles que proclama para luego reducir, para que no consideren la deuda externa de su país, ni de la inminente recesión que se les viene encima para poner fin a un imperio.

Y todavía juega el señor Trump, y muchos norteamericanos, con la idea de cambiar la Constitución y quedarse cuatro años más.  

PARA LA MAÑANERA DEL PUEBLO (porque no dejan entrar sin tapabocas):  Ciberatack es la palabra más temida en España desde las 12.33 del mediodía de ayer en que prácticamente toda la península ibérica, y algunas partes del sur de Francia se quedaron sin energía eléctrica. Un fenómeno que nadie recuerda se haya producido antes.

Todo se colapsó sin que nadie tuviese una explicación lógica y coherente para que el metro de todas las ciudades, los ferrocarriles de toda España y la industria y comercio que no tuviera generadores propios de energía eléctrica, se inmovilizaran. Las deficiencias se extendieron a la telefonía celular y las redes de datos y a toda la vida cotidiana. Basta con decir que no había bares, porque no podían cobrar. Nomás eso faltaba.

Paulatinamente, aunque el pronóstico más optimista prometía restablecer las condiciones a una realidad soportable en diez horas, el suministro se fue recuperando. Sobre las causas, el gobierno español no descarta ninguna hipótesis; esto incluye el famoso y temido ciberataque. Los óptimistas hablan de una extraña modificacion atmosférica que afectó las líneas de conducción. Portugal, que recibe energía de España, reportó oscilaciones raras antes del corte.

Temores aparte, lo que deja en claro esta experiencia es la dependencia total que esta generación ha cultivado de la electricidad. No somos nada si se va la luz. Ergo, no tenemos sistemas de protección para estas emergencias, salvo el de la abuela: tener siempre a la mano velas para aluzar y latas para comer.

Claro, sin olvidar el abrelatas.

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