“El mundo moderno está lleno de hombres que sostienen dogmas
con tanta firmeza, que ni siquiera se dan cuenta de que son dogmas”
Gilbert Keith Chesterton
La política moderna permite a los dinosaurios del pasado pasar por encima de dogmas y comportarse como la famosa “Chimoltrufia” que un día dice una cosa y al siguiente opina lo contrario.
Así Beto Anaya, el dueño y propietario del Partido del Trabajo, hizo este fin de semana añicos la sentencia de su más reciente (que no el último) líder moral (recordemos que a lo largo de la historia ha tenido diferentes y muy distintos gurús), Andrés Manuel López Obrador, quien en sus tiempos de Presidente se refería al pueblo como “bueno y sabio”.
Para Anaya el pueblo, personificado en la base militante de su propio partido, hágame usted favor, de su propio negocio, se equivocó al increpar el fin de semana a Gerardo Fernández Noroña y exigirle que saliera del Congreso del PT por afiliarse a Morena a pesar de haber llegado al Senado bajo el cobijo de su partido.
Indignado, Fernández Noroña les reclamó a los quejosos, “»Si mi presencia no es bienvenida me retiro de este Congreso», para después, de lejitos y bajo el amparo de las redes sociales, lanzar la pedrada: “Lamento mucho que el PT me haya invitado a su Congreso nacional para agraviarme”.
Anaya, viejo lobo de mar con un colmillo más retorcido que una charamusca de la Basílica, reviró de inmediato pidiendo disculpas, “Lamentamos lo sucedido con el compañero senador Gerardo Fernández Noroña tras las expresiones negativas de algunos compañeros hacia su persona”, expresó en un comunicado.
¿Algunos? ¡Si fueron todos!
Beto entendió el mensaje del Senador y de inmediato se puso de rodillas e imploró clemencia por el exabrupto de sus muchachos que no son ni buenos, ni sabios. Anaya sabe que mañana o pasado necesitará de Noroña y más vale tenerlo contento.
Así se las gastan, así son, sin pena ni rubor, sin formas que cuidar y mucho menos atender los reclamos de sus bases.
Hasta que los buenos y sabios se cansen…