“La lucha del hombre contra el poder es la lucha de la memoria contra el olvido”
Milan Kundera
Tenemos larga historia, por eso nos duele.
Desde hace casi un siglo millones de mexicanos han cruzado la frontera hacia el norte buscando mejorar sus condiciones de vida; lo han hecho a la buena y a la mala, de “espaldas mojadas”, pagándole dinerales a los “coyotes”, jugándose la vida en el desierto, contratándose a sueldos de hambre como “braceros” o haciendo las labores más duras.
Nuestra historia no es distinta a muchos pueblos de otros estados en México. Aquí, existen comunidades fantasmas con una población mínima que un o dos veces al año reciben de regreso a los pasaporteados que vienen a festejar, pero que religiosamente regresan “al Gabacho”, a seguirse ganando el pan.
Ante la decisión del Presidente Trump de deportar a los inmigrantes ilegales de forma masiva, me parece correcta la decisión de brindarles facilidades a los retornados, sin embargo, considero que por principio estamos olvidando un detalle importante, y es que no recordamos el por qué cruzaron la frontera hacia los Estados Unidos.
Se fueron de aquí por la falta de oportunidades, se fueron por miedo a la violencia extrema, se fueron para buscar un mejor ingreso. Se fueron, dejaron atrás todo, a iniciar una aventura con la ilusión de una vida mejor.
Y como ellos, hay otros muchos de distintas nacionalidades a los que, a su paso por México, han vejado, maltratado, robado y matado.
Sin embargo, no hemos resuelto el problema de origen y ya están todos los niveles de nuestros gobiernos atentos a arreglar la repercusión.
Nos olvidamos de que aún hoy, con todo y los que se fueron, existen miles de mexicanos en pobreza extrema, aún hoy hay en ciudades y pueblos muchísimos que no tienen acceso a la educación, la salud, un empleo digno.
Sin embargo a los repatriados se les recibe con los brazos abiertos y ya para ellos se diseñan programas de apoyo social, trabajo y demás.
Atacamos el efecto, no la causa.
A pesar de las restricciones y el endurecimiento de la vigilancia fronteriza, habrá quienes, sin nada más qué perder, que tirarán la carta a la suerte y allá, del otro lado del Bravo, habrá quienes les contraten por sueldos ínfimos y los mantengan encerrados para que no los detecten, porque la cosecha de frutas y legumbres, de semillas y granos, sigue adelante, no se detiene; porque alguien tiene que fregar los pisos y lavar los platos y no es igual pagar los salarios regulares a los de los indocumentados.
¿Atendemos primero a los que están aún aquí o les damos prioridad a los que nos mandan de regreso?
¿Resolvemos el problema de fondo o simplemente jugamos al gatopardismo y hacemos como que hacemos?
Porque esos repatriados ocuparán empleos, educación, salud, transporte, servicios y aumentarán la enorme demanda que hoy tenemos.