“Todo por servir se acaba”
Dicho popular
No lo sé de cierto o si esté científicamente comprobado, pero tengo la percepción de que las cosas que se hacían antes duraban más y resultaba más sencillo reparar cualquier desperfecto que presentaran.
Cualquier coche, máquina, electrodoméstico, se arreglaba en un dos por tres sin mucho embrollo y hoy casi todo lo que nos rodea es de “úsese y tírese”.
De un tiempo a la fecha he notado, no sin preocupación, que elementos que utilizamos en nuestro diario vivir contra la costumbre empiezan a fallar de la nada y en ocasiones con consecuencias funestas.
Desde niño he utilizado los elevadores y tengo la experiencia de haber subido a toda clase de ellos, desde los totalmente manuales que funcionaban con un operador o aquellos que te marcaban los pisos con un círculo que iba girando detrás de un protector plástico y que tenían una sola puerta corrediza enrejada en diagonal.
Tengo la fortuna de nunca haber sufrido algún incidente en uno de esos aparatos; no me he quedado atrapado ni me ha ocurrido nada en ellos.
Sin embargo, de un tiempo a la fecha se ha vuelto noticia frecuente los problemas con los elevadores, casi siempre atorados, pero también aquellas veces en las que se desploman y provocan lesiones a quienes venían dentro de ellos.
Y no son los viejos del Condominio Acero, del Edificio Latino, los de Seguros Monterrey por Morelos o los de la Secretaría de Educación en Zaragoza e Isaac Garza, no, son los nuevos, los modernos, los que están en las plazas comerciales recientemente inauguradas, en hospitales, centros comerciales.
De manera que subirte a un elevador en Monterrey se está convirtiendo en un deporte de alto riesgo.
No puedo dejar de preguntarme, ¿qué nos está pasando, en qué estamos fallando?