La Arena estaba de bote en bote.
En mi opinión, la Suprema Comandanta y Presidenta Claudia Sheinbaum marcó ayer indudablemente un hito histórico. De todos los que le han antecedido en esos cargos ha sido por mucho la mejor vestida. Su corte en A con manga larga, le favoreció estupendamente al igual que el tono marfil de la tela, pero sobre todo el bellísimo bordado artesanal oaxaqueño y floral en puños y en la cascada izquierda triangular de la falda. Estuvo di-vi-no.
No quise sentarme a escribir inmediatamente luego de la breve exposición de principios que doña Claudia hizo recién investida en la Cámara de Diputados con su antecesor al lado. Prefería escuchar el recitativo de los cien compromisos que la señora enumeró para ver de qué lado mascará la iguana durante los próximos seis años en donde estaba la arena de bote en bote, el Zócalo de sus amores. ¿O será el iguano?
Confieso que mi ojo crítico y atento encuentra difícilmente algo que objetar a eso que pretende ser un plan de gobierno en cien puntos.
Y reto a quien sea, a que se oponga a que se respete las libertades de expresión, religión o preferencias sexuales, a combatir el nepotismo, a la semana de 40 horas, a la soberanía alimentaria o a la no reelección de todos los cargos públicos, como dijo la Presidenta.
Quien esté en contra del impulso a las mujeres y su paga justa, se oponga a que se persiga el maltrato animal, rechace el médico en casa para los viejitos o no le guste el Tratado de Comercio con Canadá y los Estados Unidos, que lance la primera piedra. Yo no.
Menos tengo algo en contra de que se duplique la infraestructura nacional de ferrocarriles de pasajeros -que ahora es casi cero- se reparen los baches carreteros y se restablezca el Tren Regiomontano de mis nostalgias, el de México a Veracruz, y se implemente uno México-Querétaro-Guadalajara-Mazatlán-Culiacán- Hermosillo, para ir a ver a mi suegra. Ovación de pie.
Aplaudo como foca que se prometa respetar la autonomía del Banco de México, que haya una política fiscal responsable (lo que quiera decir) y se prometa que no aumentará en este sexenio la gasolina, el diesel, la electricidad ni la canasta básica. Claro, “en términos reales”. Ya habíamos escuchado eso antes.
No puedo menos que estar de acuerdo con que los escolapios de las escuelas públicas reciban becas, que los mexicanos tengan agua pura y abundante y energías limpias, operaciones masivas de rodilla y cataratas, y consolidar el IMSS-Bienestar como el mejor sistema de salud en México. Especialmente si ya no se menciona a Dinamarca, porque los de allá son muy sentidos.
Desde luego que apruebo que México defienda los principios de no intervención, el respeto a todos los pueblos y la protección especial en los consulados de México en el extranjero a los paisanos que mandan ricas remesas a sostener la economía del país. Me encanta que haya un plan nacional de energía con inclinaciones hacia la protección del medio ambiente y que se limpiarán los aires, por lo pronto, de Monterrey, Guadalajara y el Valle de México.
Aunque se haya metido en el número 100 de la lista, estoy de acuerdo con el compromiso de la Presidenta de garantizarnos seguridad sin repetir el abominable ejemplo de la criminal guerra de Calderón a la delincuencia. Fuchi. La receta de cuatro caminos promete paz: combatiendo las causas de la delincuencia, aplicando la inteligencia, mejorando las metodologías y favoreciendo la coordinación de todos. Me parece que esto ya lo había escuchado yo antes.
En realidad, no me puedo llamar a engaño. Doña Claudia dijo que ella iba a echar el segundo piso al cuatrote. Pues eso es. El programa de trabajo de la nueva Presidenta es continuar el gobierno de Lopitos. Más de lo mismo. Por lo pronto. Luego veremos.
Ahora bien, si estoy de acuerdo con lo escrito arriba, y me gustó el vestido de la Presidenta, sigo pensando que la reforma judicial es una barbaridad que pretende romper la autonomía del único poder que queda fuera del mando de Palacio Nacional. Pero uno de los cien puntos es no quitar el dedo de ese particular renglón. Tampoco estoy de acuerdo en la machacona insistencia de la a final del cargo. ¿Acaso cuando doña Claudia no esté se le llamará ausenta? Si tiene una disgresión la Comandanta será discrepanta; a las comisiones se les tendrá que decir permanentas y -eventualmente, como se adivina- en un momento tendremos una asamblea constituyenta.
Alabao.