Cuando un payaso llega a un palacio, no se convierte en rey, transforma el lugar en una carpa. Estamos a punto de cumplir un sacrificio y al alba de empezar otro, igual, o tal vez más funesto, porque dudo que colita de caballo, tenga talento y saliva suficiente para continuar el truco del merolico que nos entretuvo durante seis años; la serpiente dentro del morral jamás saldrá mientras el espectador compra las pomadas que alivian todos los padecimientos.
El payaso más grande del mundo empaca sus maletas, pero nadie sabe si realmente se irá a La Chingada, menos, cuando terminó de escribir el penúltimo capitulo de esta nefasta novela al tener la osadía de atreverse a dejar a su bebecho en la repartición de poder en el partido que será la matriz del poder ejecutivo… así de simple y donde Claudia solo sería la encargada de despacho.
Si algo tendría que reclamarle al cocodrilo NO es lo que prometió y jamás haría nada, tampoco su felonía de permitir que muchos se despacharan con el cucharón grande, haciendo a los ricos más ricos y a los pobres más pendejos; sin medicinas, sin estudio, pero más felices con la panza relumbrosa por estar llena, porque antes se robaban todo, hoy salpican un poco y así… que sigan robando, aunque sea poquito.
Lo que nunca perdonaré a López es que utilizó el azadón del campesino que se lleva todo, cuando estábamos acostumbrados al del albañil que va dejando algo por los dos agujeritos al jalar la mezcla. Arrasó con tronco, molonco y hoja, pero, sobre todo, terminó con nuestra fe y nuestra esperanza, con la ilusión que algún día tuvimos que el que llegaba, sería menos peor que el que se iba.
Cuándo íbamos a imaginar que sería más ruin que el padrotito de colonia Enrique Peña Nieto que la travesura más imprudente no fue haber mostrado ser un palurdo inculto que en su vida había leído un libro o estar entusiasmado enamorando a una pajarita de papel que triunfaba en las novelas. Un burriciego que asistió a la FIL de Guadalajara para hacer el ridículo más sonado de la historia por intentar presumir haber leído La Biblia… no toda, unas cuantas hojas, por cierto, no recuerdo cuáles.
Las eternas francachelas de Calderón que ruborizaba a los beodos de profesión o sus dislates verbales del “haiga sido, como haiga sido,” que lo hacían ver como un autentico papanatas, o cuando jugaba a los soldaditos y se vestía con el uniforme verde olivo más grande que su talla. No se pueden olvidar, pero sus ridículos, eran de bebé de estimulación temprana para lo que estaba por venir. ¡Todo un acontecimiento!
Presidente López, si te vas, que sea pa siempre y pídele a Dios que te perdone, porque el pueblo mexicano no te puede perdonar, hiciste añicos nuestra esperanza y el sueño. Siempre ha existido gente buena y gente mala, pero tu fuiste el peor, porque aparte de robarte todo lo que pudiste, acaparaste el poder para meterlo en una botella que sólo tu podrás beber, desde ahora, hasta que me entierren y se me hace poco.
No puedo decir que guardo ilusiones, porque colita de caballo, está hecha de la misma madera, de esa que cortaron en luna llena y en las primeras lluvias. se pandea.