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Las Gallinas Ciegas

5 El primer chiste presidencial que escuché era sobre Luis Echeverría Álvarez. Era muy ingenuo… el chiste. Se trataba de que Richard Nixon invitaba a Echeverría a cenar en la Casa Blanca, junto a otros dignatarios internacionales. Sin embargo, el servicio de mesa olvidó poner la cuchara en los cubiertos al presidente mexicano. Nixon se dio cuenta, se puso de pie y dijo a los comensales: “Chingue a su madre el que no coma con cuchara”. Echeverría no se inmutó, tomó una tortilla, cortó un trozo e hizo la típica cucharilla de tortilla que usamos todos los mexicanos. Cuando Echeverría agotó la sopa, se puso de pie y dijo a los comensales: “Chingue a su madre el que no se coma la cuchara”. Así alimentábamos nuestro nacionalismo frente a un contexto internacional agresivo que, como ahora, encabezaba Estados Unidos. Chistes semejantes surgieron con otros mandatarios priistas, aunque con un humor más agrio cada vez. Con Vicente Fox no hubo necesidad de hacer chistes a sus costas, desde su campaña él era un chiste: el bato con botas. Y con Felipe Calderón no era apropiado hacer chistes, acabarían siendo de humor fúnebremente negro. Quien fue muy considerado con el humorismo popular fue Enrique Peña: ¡él hacía los chistes a sus costas! Muchos chistes… no, menos, como demasiados. En ningún caso el humor popular intentaba exaltar al presidente en turno, era, cuando mucho, encarnar al país en el ámbito político internacional por puro pragmatismo. En este sexenio la constante ha sido memes agresivos y comentarios en redes, normalmente con argumentos falsos o descontextualizados. Víscera pura. Escaso sentido del humor.

4 Nadie puede acusarme de no ser patriota. He cumplido mi papel ciudadano en la evolución vertiginosa desde mi generación, Baby Boomers, hasta la actual, la generación Alfa. Un proceso traumático, más aún ahora que lo veo desde esa jaula de zoológico que llaman “tercera edad”, y desde aquí veo al país polarizado; unos pretendiendo darme la banana, otros sólo la cáscara y a cambio de “monerías”. Hay un montón de principios y valores que me formaron y que han sido rebasados, revisados y replanteados. No me quejo. Yo mismo hice lo mismo con esa herencia ética y social. Por ejemplo, desde mi adolescencia dejé de emocionarme con la ceremonia de El Grito. Nunca asistí a alguna, aunque necesariamente la escuché en radio o la vi en televisión. Me divertía que a pesar de la fiesta popular, no faltaron mentadas de madre para el gritón presidencial en turno, ni rechiflas para el cohetero. Me estremeció la réplica popular de “¡Asesino!” ante los “Vivas” de Calderón. Me conmovió, y mucho, ver a don Andrés dando el “grito” ante un zócalo vacío durante la pandemia. En todos los casos me incomodaba la inconsistencia del pueblo festivo, orgulloso y emotivo sólo unas horas. Único día en que alzaba la cabeza ante la pirotecnia y el balcón presidencial; el resto del año araba la tierra con la mirada. Este año, la distancia generacional me dolió más que mi artrosis; vi un nacionalismo renovado que mi generación no pudo lograr. Miles de mexicanos abarrotaron el zócalo y las calles aledañas. Imposible afirmar que fueron acarreados u obligados. Necio decir que fueron sólo para cumplir la tradición del “grito”. Fueron a despedir al presidente. Sin reclamos, sin mentadas, sin insultos, sin acusaciones. Si acaso con las obligadas “pérdidas” de carteras y teléfonos, que es una tradición en todo evento masivo. De todas partes del país y del extranjero llegaron miles a vitorear la nacionalidad y a despedir a un presidente. ¡Insólito! Un nacionalismo renovado y, además, profundamente humano.

3 A mí en lo personal me dio mucho gusto que el expresidente Ernesto Zedillo siga vivo. Tanto como siguen vivos Enrique Peña, Felipe Calderón, Vicente Fox y Carlos Salinas. No imagino cuánto les hierve la bilis al compararse con la forma como el pueblo demostró su aceptación al gobierno de don Andrés y al propio don Andrés. Ninguno de ellos logró algo similar, y algunos sí consiguieron un repudio que sigue vigente, al menos en quienes tenemos memoria. No ha sido un gobierno perfecto, y ha tenido que gobernar a contrapelo. Principalmente contra un Poder Judicial aliado con poderes fácticos nacionales y extranjeros, y con partidos políticos de oposición. El expresidente Zedillo, el Atila del Poder Judicial en su sexenio, vino a “dar clases” de democracia y a despotricar contra una reforma que se hizo con análisis, consultas y diálogos. Sobre todo la consulta fundamental en toda democracia, el ciudadano elector, puesto que fue la bandera principal de la doctora Sheinbaum en campaña. La diatriba rabiosa de Zedillo contra la Reforma Judicial advierte consecuencias terribles para la democracia mexicana. Le creerán quienes no lo conozcan. De Zedillo recordamos, quienes nos atrevemos a recordar, temas como el desastre económico de su sexenio, la deuda privada endosada a todos los mexicanos, crímenes de estado como las masacres de Aguas Blancas y Acteal, represión continuada contra el movimiento zapatista, expoliación de bienes nacionales a favor de empresas extranjeras y, por supuesto, su “reforma judicial” hecha prácticamente a punta de machetazos. En este largo y sucio expediente habrá que sumar que fue Zedillo quien le puso patitas al proyecto neoliberal que iniciaron De la Madrid y Salinas; además fue el responsable de encender el farol internacional de una supuesta transición política abriendo las puertas de Los Pinos a dos desastres más: Fox y Calderón. ¿De veras debemos creer en sus palabras y asustarnos con sus advertencias? Estados Unidos pudo protegerlo contra la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos, pero nadie, ni la ministra Piña y sus triquiñuelas jurídicas, podrá ampararlo contra el repudio de los mexicanos.

2 Un miembro del club de jueces y magistrados del Poder Judicial, llamado en corto JUFED, logró que el pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación admitiera un recurso más contra la Reforma Judicial. El autor es el magistrado Froylán Muñoz Alvarado, quien dirigió ese club exclusivo entre el 2022 y el 2023. Muñoz también fue un activo promotor de amparo contra la desaparición de los jugosos fideicomisos que concentra el Poder Judicial. A estas alturas, nadie se traga el cuento del “desmantelamiento” del Poder Judicial. Es el enésimo, mas no el último intento por mantener privilegios, sobre todo económicos. La repentina reducción de la edad de jubilación de jueces y magistrados de 65 a 55 años es una buena muestra. Y la inminente reducción de sueldos de acuerdo con la reforma debe tenerlos aterrorizados. No les importa si para lograr sus fines se induzca una crisis institucional o que se intente desestabilizar al país. No estoy seguro si, de acuerdo con las leyes, proceda este recurso. Tampoco estoy seguro que, si es que procede, sea suficiente para echar abajo toda la reforma. Yo no confío, y ellos tampoco, en la recta interpretación de las leyes desde lo que aún es una guarida de mapaches togados. Durante este sexenio han mostrado su parcialidad y su avaricia en sobradas ocasiones. Estoy seguro que al mínimo raspón que este recurso pueda hacer a la Reforma Judicial, ya constitucional, aumentará exponencialmente el rechazo popular a un poder del estado que se ha encargado por décadas de dos cosas principalmente: enriquecerse y degradar a la Justicia. Aunque así lo proclamen los privilegiados del Poder Judicial, la oposición e intereses extranjeros, esta reforma no es una venganza de don Andrés, pero sí es una revancha de por lo menos 36 millones de mexicanos, y si insisten en bloquearla, podrán ser muchos más dentro de tres y seis años. O hasta que la monarquía jurídica que aún preside su majestad la ministra Piña entienda lo que significa Democracia.

1 La verdad me conmovió mucho la carta manuscrita de Genaro García Luna. Un documento tan humildito, a tinta, con trazos regulares y bastante anacrónicos. Imaginé al fulano en un scriptorium medieval, inclinado sobre la mesa y a la luz de velas mortecinas. Sólo le faltó añadir ilustraciones marginales. Este reo amanuense lanza un mensaje que, si bien trata de embarrar a don Andrés en sus porquerías criminales, es cuestionable tanto por su origen como por su destino. A mí me da más la impresión de que es un mensaje promovido por Estados Unidos, y que no es contra don Andrés sino contra la Reforma Judicial y, de ribete, para presionar al gobierno que encabezará Claudia Sheinbaum. En estos momentos, desde los poderes fácticos y la oposición, y desde los intereses extranjeros, políticos y económicos, el objetivo prioritario va más allá de aniquilar la Reforma Judicial, también intentan desacreditar el triunfo rotundo de la doctora Sheinbaum en las urnas y con ello su entereza a la hora de que asuma la presidencia de México. En cualquier caso, se trata de un clarísimo complot internacional contra la democracia mexicana e internacional. Lo que sea necesario para impedir que México sea ejemplo para otros países intervenidos o agredidos por un neoliberalismo agonizante. Bonito el documento de García Luna. Merece además conservarse en el archivo de traiciones, junto al emocionante discurso del doctor Zedillo.

0 Se acerca rápidamente el cambio de poderes. Un grupo minúsculo, insignificante comparado con los resultados electorales tanto para la presidencia como para los distritos legislativos, amenaza con ensuciar la toma de protesta de la doctora Sheinbaum. Olvidan que se trata de un acto meramente protocolario. La presidencia se asume de hecho en el primer minuto de octubre. La oposición también debe estar un poco confundida, porque entretenidos en sus sainetes, suponen que estamos en un in pace semejante al de otros sexenios, cuando el presidente saliente llegaba al fin de su mandato prácticamente inactivo, y el entrante empezaba a tomar decisiones antes de asumir su mandato. Les salió bravo el viejito de Macuspana que tal parece que no soltará las riendas del país sino hasta las cero horas del primero de octubre. Tal vez por eso la oposición comete tantas estupideces. No ha calibrado aún la capacidad de respuesta de la próxima presidenta de México. Deberían ver con más atención las “mañaneras” de doña Claudia. Pero el odio que inventaron contra don Andrés los ciega, y parece que intentan transfigurarlo en doña Claudia. Siguen jugando a la gallina ciega.

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