“Los malos ejemplos son más dañinos que los crímenes”
Montesquieu
El mal ejemplo cunde.
No pasaron ni 24 horas de que un chamaco chistoso publicó en redes sociales de manera anónima que habría un tiroteo en la Secundaria 10 del centro de Monterrey, causando alarma y la movilización de cuerpos de seguridad, para que la misma acción se replicara, esta vez en Santa Catarina.
Evidentemente el suceso matutino causó un enorme revuelo y tuvo un alto impacto a nivel mediático y es aquí donde me pregunto: ¿debemos culpar a los medios por difundir un hecho real de nuestra vida cotidiana? Sinceramente creo que no.
Los medios cumplen su función al informar sobre un suceso. El problema real estriba en que nuestras autoridades no son capaces de dar con la identidad y paradero del bromista cuya ocurrencia puso en jaque a toda una escuela y movilizó innecesariamente a elementos policiacos que en términos prácticos deberían estar protegiendo a toda la comunidad.
Cuando nació la “nota roja” en los periódicos su función era la de prevenir la comisión de hechos delictivos al dar a conocer el castigo a quienes infringían la ley. Con el paso del tiempo la escala de valores se ha invertido y hoy se proyecta con mayor énfasis el éxito de los malosos y los fallos de la ley.
El tema de las “falsas alarmas” no es nuevo, existe desde siempre, pero el punto de que estos hechos tengan “éxito” está en función de que nuestras autoridades no son capaces de dar con los responsables e imponerles un castigo ejemplar, mismo que debería ser publicado en amplios espacios para desincentivar la comisión de esta reprobable conducta.
Los chamacos lo hacen porque se saben impunes. Pero en la medida en que tengamos una policía cibernética que sea capaz de ubicarlos y detenerlos, terminaremos por proyectar una imagen que les haga saber que si intentan jugar con fuego, terminarán quemándose.