Mauricio Cantú, excandidato del partido Morena a la alcaldía de Monterrey, cometió un error en una reciente entrevista banquetera (lástima porque a pesar de salir tarde a la contienda, Mauricio no lo hizo mal). Dijo el exaspirante a Monterrey que su representante suplente impugnó la elección ante el órgano electoral municipal a sus espaldas, sin su consentimiento.
Dicho de otro modo, Mauricio evidenció que no quiere confrontarse con el PRIAN. ¿Se lavó las manos? ¿Se tomará la foto con el PRIAN como lo hicieron otros excontendientes de su partido?
Sin embargo, el presidente Andrés Manuel López Obrador ya fijó su postura sobre el caso Monterrey y advirtió públicamente en una mañanera que pediría a la Fiscalía General de la República investigar los ataques violentos contra colaboradores y miembros de la planilla registrada por Mariana Rodríguez, la excandidata de Movimiento Ciudadano para la capital de Nuevo León.
Y viene lo peor. En un intento de pintar raya, Mauricio culpó de esta impugnación no consentida por él al delegado de la Secretaría de Gobernación, Héctor Gutiérrez. ¿Por qué la necesidad extraña de ventilar este desacuerdo ante los medios?
Si supone Mauricio que Héctor se manda solo, está equivocado. Si asume Mauricio que Héctor se fue por la libre sin seguir instrucciones de quién manda en la 4T, está equivocado. Si cree Mauricio que la línea es amafiarse con el PRIAN local, está equivocado.
Ni Claudia Sheinbaum ni AMLO ni los mandamases de la 4T permitirían un juicio político en contra del gobernador Samuel García y menos cerrarían los ojos ante una evidente intromisión de un poder contra otro en Nuevo León.
Hay un refrán en inglés que dice “Don’t rock the boat”. No muevas el bote.
Claudia Sheinbaum está a punto de nombrar a los integrantes de su gabinete y esas declaraciones a contracorriente no ayudan para promover currículums.
Los que mueven el bote se caen al agua.
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