Flor mi hermana, abogada ella y por lo tanto experta en temas de litigios, tiene una máxima que ya he mencionado en anteriores entregas: “A los santos se les santifica, pero a las ratas… se les ratifica”.
Se refiere al horroroso estado que guarda nuestro sistema de justicia en México en el que quien tiene más saliva traga más pinole y el chimuelo masca riel.
Porque el gran problema de la justicia en nuestro atribulado país, México (y de la seguridad también) es que los delincuentes nunca o casi nunca pagan las que deben.
Al sistema judicial mexicano, igual que al de la seguridad pública así le cambien de nombre mil veces, le pasa lo que aquel chiste infantil que contaba que unos soldados repelían el ataque de un avión gringo a puros balazos. De un avión alemán, igual. De un avión ruso también a fuego limpio pero cuando aparecía en escena el avión mexicano, la defensa no hacía nada, “porque el avión mexicano se cae solo”.
Eso, aunque era un cuento de niños, cuando yo era infante y como diría Jorge Villegas, “andaba vestido de marinerito”, no es más que una amarga realidad.
Críticos de la supuesta “era neoliberal”, o el “infierno” que pasamos muchos mexicanos, acusan que los malvados en los gobiernos priistas y panistas quebraban adrede empresas públicas para luego rematarlas como chatarra.
Lo que no dicen es que la autoproclamada cuarta transformación las va a quebrar al paso que van, pero no habrá quien las compre ni por kilos.
Se quejan del tráfico de influencias y compadrazgos en los contratos públicos “del pasado”, claro, pero nada dicen de los nuevos millonarios que han surgido como hongos tras la lluvia en este sexenio, que, afortunadamente ya se acaba.
Así que, amigas y amigos: el domingo día de elecciones ¿ratificaremos a las ratas o santificaremos a los santos?
He ahí el dilema.