“El primer paso para la solución de los problemas es el optimismo.
Basta creer que se puede hacer algo para tener ya
medio camino hecho y la victoria muy cercana”
John Baines
Luego de ver un montón de debates nacionales y locales, me queda claro que el único punto de coincidencia entre los candidatos de todos los partidos a todos los cargos, es el optimismo.
Porque no hay problema que les sea planteado para el cual no tengan una solución sacada de una varita mágica que todo lo resuelve, que todo lo arregla, que todo lo soluciona.
No importan los montos ni presupuestos, si hay o no disponibilidad, si es existe el personal calificado y necesario o si será necesario adjudicar las obras a un proveedor, la solución mágica, inmediata, total, está ahí y a nadie, nunca antes, se le había ocurrido.
Estoy se acuerdo, son candidatos y lo suyo es prometer, aunque en el fondo no tengan ni idea de lo que están hablando y mucho menos si lo que prometen se puede cumplir, pero caray, viviendo en pleno Siglo XXI como que ya va siendo hora de bajarle dos rayitas a las promesas incumplibles y exigir a los candidatos actuar con más responsabilidad.
Todo lo arreglan de un plumazo y en dos patadas. Te hablan de resolver el gravísimo y complicado problema de la seguridad y te sueltan un montón de teorías: más policías, más áreas que cubrir, más coordinación, más equipamiento, mejores salarios, más prestaciones, más patrullas, mayor inteligencia, más cámaras; y todo suena bonito y todo es lógicamente necesario, pero, ¿de verdad, puede alguien asegurar que invirtiendo en todas esas ideas se arreglan las cosas?
Hablan se resolver el tema de la movilidad y especialmente del transporte público como si se tratara de surtir la lista del supermercado.
“¡Más camiones!” dicen unos, como si tuvieran el dinero en la chequera y las unidades las vendieran en el Oxxo. El asunto es mucho más complejo y tiene que ver, lo hemos dicho hasta el cansancio, con cotos de poder, porque la solución real no está en meter más unidades, sino en rediseñar las rutas de una manera inteligente, pero eso afecta intereses de muchos involucrados.
Hablan de reducir la edad para asignar pensiones y estímulos, como si el presupuesto fuese infinito; prometen incrementar los salarios, las vacaciones y las jubilaciones, lo que repercutirá en la economía de las empresas.
Tocan por encimita problemas graves como la contaminación o el abasto de agua, porque saben bien que no está en sus manos resolver las cosas y porque no tienen idea de lo que es necesario hacer. Platican de un drenaje profundo el cual prometen hacer, pero ya llegando al cargo se olvidan porque son obras enterradas que nadie ve, valora ni reconoce.
Se llenan la boca prometiendo soluciones para los migrantes, las mujeres, los niños. Hablan de construir centros para atenderlos como si la sola edificación fuese la solución y se olvidan de que después hay que asignarles presupuesto, personal, pago de gastos, insumos.
Aseguran que para todo hay dinero, que ahí está, pero ven el mundo con una simplicidad increíble, de una manera frívola y superflua que me hacen dudar de sus verdaderas capacidades.
No hay varitas mágicas, lo cierto es que no tienen soluciones y así, ¿por quién votamos?