Lo que ahora se refiere como “cárteles inmobiliarios” y lo que no hace mucho se denominaba el delito de “cuello blanco” no son más que ratas que roban cantidades enormes de dinero, pero siguen siendo delincuentes comunes. Buscan una etiqueta sofisticada, semejante a los personeros que están involucrados en desarrollos que regularmente son irregulares.
Desde hace muchos años, los desarrolladores que tienen el capital, y unos cuantos que son dueños de constructoras (algunos ni eso), buscan la amistad, cobijo y complacencia de las autoridades que, en complicidad, autorizan los centros de población por una nada módica suma, aun a sabiendas de que los terrenos carecen de factibilidad para desarrollarlos. Esto es evidente en la carretera nacional, donde de la noche a la mañana aparecen colonias privadas como palomitas.
Desde el gobierno de Jorge A. Treviño, considerado el mejor mandatario que ha dirigido los destinos de este estado, existía una ley y ordenamiento que prohibía la construcción de casas, desarrollos y edificios que sobrepasaran los dos pisos. Los condominios horizontales o verticales, que permitían edificar tres casas de campo, una alberca y una palapa, llevaron a la clausura del exclusivo fraccionamiento “Las Aldabas de Cavazos” durante muchos años, siendo propiedad del tristemente célebre Jorge Lankenau, quien hasta el día de su fallecimiento no logró que se rompieran los sellos de clausura, cuando las autoridades eran decentes.
Hoy, igual que en muchas colonias, han vendido todas las propiedades y tienen urgencia de venderlas en la modalidad que sea. La ley es letra muerta y los secretarios de obras públicas y desarrollo, o como se llaman ahora: Movilidad y Planeación Urbana, son la misma corrupta herramienta que autoriza los fraccionamientos y desarrollos aunque no tengan factibilidad de agua, drenaje, energía, vialidad, transporte y todo lo que requiere una urbanización, a cambio de muchos millones. Tal es el caso del alcohólico reconocido Enrique Torres con Jaime Rodríguez, quien no se cansó de contar los millones de dólares que cobraba por las autorizaciones.
La otra modalidad era el cobro en especie, parte en efectivo y el resto en terrenos que, obviamente, desarrollaban a posteriori.
Mencionamos los terrenos de la carretera nacional por ser, en este momento, los más codiciados y con mayor precio en el mercado. Ahora que la vía se ha convertido en un cuello de botella, se han autorizado, por parte del “tío” Hernán y del pillo mentiroso Samuelito, dos colegios, uno enseguida de El Barrial y otro en Los Cristales, con capacidad mínima para dos mil alumnos, lo que significaría una carga adicional de cinco mil autos a la ya de por sí congestionada vialidad. Sin embargo, a las autoridades les importa poco.
Según un censo actualizado, en el sur de Monterrey se han iniciado sesenta y cuatro fraccionamientos, dañando la vegetación y fauna, tumbando bosques que alegraban la vista y eran un referente de lluvia en el cañón del Huajuco. Pero Samuelito está más pendiente de sus autos de lujo, sus relojes millonarios y de que su esposa, quien no vive donde dice, desea gobernar Monterrey como la princesa alcaldesa, que del gran problema que causa vender permisos a los desarrolladores que son unos vampiros chupasangre.