Estaba yo leyendo una carta que publicó un grupo de fulanos y fulanas en defensa de la presidenta de Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad, María Amparo Casar. A la señora la acusan de corrupción, dizque por haber recibido un seguro de vida y prestaciones de viuda por parte de Pemex de forma irregular. No vale la pena entrar en detalles del caso, bastante trágico en su origen. En la lista de los abajofirmantes de la carta hay algunos que desconozco, otros que sí sé quiénes son. No metería a todos en el mismo saco, pero a los reconocidos yo no les pediría sus firmas ni como aval para sacar una licuadora a crédito. A mí de veras me incomoda que se saquen a relucir los datos personales en una denuncia que no es cosa juzgada, pero políticamente ya es un hecho que debe causar agruras a los patrocinadores extranjeros de MCCI. Entiendo la difusión precipitada, porque los mexicanos estamos acostumbrados a que las denuncias se queden en el limbo de los tribunales o acaben bateadas por un juez o ministro corruptos, que abundan. Por lo menos la divulgación de la denuncia nos proporciona datos. Ya será cuestión nuestra cómo los evaluamos de acuerdo a nuestra realidad, que siempre será mejor evaluación respecto a la lógica laberíntica o prevaricadora de un juez. Desde la óptica popular, todos los corruptos caminan como patos, ergo, lo son.
En este caso, el INAI tiene todo el derecho a investigar si se infringió la ley al divulgar datos personales. Sólo que me queda una duda: ¿es válido ocultar datos personales cuando estos comprueban una irregularidad en el uso de fondos públicos? Lo digo porque PEMEX es una empresa estatal, y el dinero que ha recibido la señora Casar de PEMEX debería precisarse meticulosamente, así fuera para comprar palomitas en el cine. Por poner un ejemplo, no es lo mismo que en aquel caso investigado por MCCI y divulgado por LatinUS, en donde se dio santo, saña y seña de la casa de José Ramón López Beltrán en Texas, todo para acusar que el hijo de don Andrés no vivía en la austeridad republicana que pregonaba su padre. Aunque se sugirió que esa opulencia era producto de tráfico de influencias, jamás se comprobó. En este caso sí que se difundió información personal, la dirección de una familia, sin alguna acreditación legal, mucho menos moral. Ni siquiera se trató de una denuncia, sino un “reportaje” generado desde Mexicanos Contra la Corrupción e Impunidad que, como dije antes, dirige la señora Casar. Tal vez PEMEX se apresuró al divulgar la denuncia, pero los datos personales por el uso de recursos públicos son intrínsecos a esa denuncia. Sobre la casa de José Ramón López, no había justificación.
En la indignada carta dicen que el presidente “rompe los límites legales, pero también morales” al exhibir a la señora Casar. Habría que ver si de veras se trata de una ilegalidad, pero ¿de una inmoralidad? Esto es una tontería. En política y en su ejercicio como gobierno, no puede haber moralidad. No es así como se hace política ni como se gobierna. Hay reglamentos y hay leyes. Los principios morales son algo personal. Cuando todos coincidimos en algunos de esos principios, los convertimos en leyes y nos obligamos a cumplirlos. Aquí no se trata de convicciones sino de deberes. Don Andrés también falla con eso, porque no pocas veces descalifica a sus opositores desde principios morales. Aunque es ilustrativo cuando desnuda la incoherencia opositora entre lo que es y lo que fue, lo que dice y lo que hace. Hay casos en los que no se debería criticar a la oposición cardiaca desde su moral, ni siquiera desde las leyes; más bien desde la ciencia médica, que debe saber más sobre la esquizofrenia.
Lo que me hace ruido es que a cada nuevo “escándalo”, expuesto comedidamente por los medios de comunicación corporativos, es decir, involucrados en el lucro, todo se despliega como una nueva puesta en escena. Por los resultados, o el escenario está vacío, o lleno de incrédulos. Este caso Casar, que tanto indigna a la oposición y al INAI, es apenas un revire oficial contra los innumerables petardos que le ha hecho estallar la oposición, en notoria campaña, y que siguen siendo narrativas vigentes e igualmente ignoradas por la gran mayoría de la gente. La respuesta oficial ha sido puntual en cada caso, a veces desmintiendo, a veces distrayendo. Pero la oposición se mantiene firme en esas narrativas, aún en las más ridículas. Durante seis años, la oposición ha infravalorado la inteligencia de la gente. Los ciudadanos no creemos en la confesión de inocencia, porque cuando la hemos ejercido, hemos sido ignorados. No nos hace gracia que un político se convierta en Pedro Chávez y nos cante aquello de “Yo te aseguro que yo no fui…”. La señora Casar, si bien con maquillaje de activista ciudadana, también hace política, y para una facción. La han puesto en el escenario, y es conocida además su relación con Claudio X y con intelectuales “orgánicos” (por no decirles rémoras del poder). El INAI mismo está en entredicho, no sólo por los excesos de algunos de sus miembros, también por su “cercanía” con personajes relevantes en la política partidista de la oposición. No es el dictamen del INAI el que acatará la gente, ni el viejo truco del Poder Judicial de liberar delincuentes por presuntos errores en la integración de las carpetas de investigación (un truco del prevaricato más viejo que Matusalén). Si la gente sabe que es un pato, lo que espera es que la escopeta de la Justicia le dispare al pato, no al cazador. Cazar al pato, no casar al pato con la escopeta.
Creo que desde la trinchera del ciudadano común, este proceso electoral no es distinto de seis años de campaña intensiva contra el régimen y especialmente contra don Andrés. Creo que como yo, muchos ya están hartos. En algún momento, ese hartazgo pudo hacernos desistir de ir a votar. En este momento en el que los tábanos zumban frenéticos en nuestras orejas, estamos ya lo suficientemente irritados como para darles un manotazo. Y como encabeza la misiva antedicha y ampliamente divulgada, comentada y refirmada en un país en donde nos dicen a cada rato que se atenta contra la Libertad de Expresión, digo yo también “¡Ya basta!” Para que exista un proceso democrático todas las propuestas políticas deben ser también democráticas. Pero por lo visto la oposición no ha aprendido a convencer a los electores, sigue poniendo trampas al ciudadano y arreando míticos rebaños, pero en un corral casi vacío. Lo que sí me preocupa es que nunca admitirán su incompetencia, así que entre más grandes sean sus fracasos, más dejarán el discurso para pasar a la acción, es decir, la violencia… Y me temo que ya han empezado a mostrar ese músculo abiertamente, como en Yucatán, o subrepticiamente, como en los “súbitos” brotes de inseguridad, o cómicamente con raterillos “en la casa de junto”, como en Puebla.
PD: No se enojen con Mauricio, después de todo de eso que se le acusa es muy parecido a lo que hizo para “pacificar” Guerrero el obispo emérito de Chilpancingo-Chilapa, Salvador Rangel Mendoza, y que viene siendo lo mismo que se hizo desde tiempos de los Salinas: dialogar con criminales para conseguir la paz a cambio de conceder feudos, donde los ciudadanos circunscritos serían una especie de siervos ansiosos por vivir en paz y pagar tributos. Si un obispo bendijo este método de pacificación, ha de ser que “Deus vult”, ¡Dios lo quiere!