“No hay que tener miedo de la pobreza ni del destierro, ni de la cárcel,
ni de la muerte. De lo que hay que tener miedo es del propio mied”
Epicteto de Frigia
Voy de acuerdo, los tiempos y las circunstancias obligan a brindar a los candidatos a puestos de elección popular seguridad, sin embargo la protección especial que el Estado brinda a los aspirantes termina siendo un asunto discriminatorio contra el resto de los ciudadanos que deben andar la vida sorteando el peligro sin esa clase de protección.
Las campañas y elecciones nos cuestan un mundo de dinero a los ciudadanos y a ello hay que agregar ahora lo que se eroga por darles equipos de protección a los candidatos.
En Nuevo León 18 aspirantes a alcaldías y otros tres a diputaciones han solicitado a las autoridades se les brinde protección pues temen por su seguridad. Eso significa destinar a 84 agentes y 42 vehículos diariamente para brindar el servicio, más la gasolina y depreciación de las patrullas.
Pero más allá del costo, lo preocupante es que en tiempos donde padecemos graves problemas de inseguridad, se deban distraer estos recursos físicos y materiales de sus tareas normales para andar cuidando candidatos.
Sería ideal que del enorme presupuesto que tienen los partidos se destinase una parte a estos rubros y que fuesen guardias privados los que se hicieran cargo de la protección personal de los aspirantes y no efectivos públicos que debiesen estar asignados para el cuidado de la ciudadanía.
Al final se trata de un dilema ético y moral, porque los candidatos terminan siendo ciudadanos de primera y el resto de los mortales, los que los elegimos, de segunda, ya que no recibimos el mismo trato que los primeros.
¿O usted qué opina?