Quiero decir, sin pena, que para atender de los afortunadamente escasos males de mi edad, acudo casi regularmente cada mes a mi Unidad Médica Familiar del IMSS, en donde recibo trato muy amable y eficiente —como el resto de los pacientes— aunque regularmente también cierto medicamento no ha llegado a la farmacia y hay que acudir una o dos veces más en su procura. Pensando en eso agradezco (no sé a quién, pero agradezco) que los medicamentos que requiero no son para combatir cáncer grave. Solo achaques mínimos de octogenario. Y me gustan las canciones de Cri Cri, a propósito, Joaquín.
Menciono esto (excepto lo de Cri Cri), porque en mis últimas consultas le pregunté a nuestra doctora asignada, por qué últimamente hay dos o tres jóvenes médicos evidentemente inexpertos a quienes ella les comenta las intimidades del paciente y sus achaques. A estas alturas de mi partido, a mí me vale. Pero despertó mi curiosidad y la respuesta es escalofriante. El Seguro Social tiene urgencia de médicos, y está capacitando a toda prisa a los nuevos doctores. El IMSS, como todo el sistema de asistencia médica pública de México, fue de los grandes damnificados de la pandemia.
En eso aparece el Informe Final de la Comisión Independiente de Investigación Sobre la Pandemia de Covid-19 en México. Por ahí, en algún lugar menos estrepitoso, aunque lo merezca, se documenta que 4,843 profesionales de la salud fueron víctimas del bicho y de las erróneas políticas del gobierno del cuatrote para enfrentarlo.
Claro, ya los sabíamos. De los ochocientos mil muertos por exceso en la pandemia, cuatro de cada diez fueron por fallas en la gestión pública. En palabras de la comisión: por la permanente subestimación del virus, la centralización y la personalización de las decisiones y la política de “austeridad” del gobierno. Para los médicos del IMSS el primer punto es clarísimo; el segundo se extiende a las recomendaciones de la mañanera de Palacio Nacional: esto se cura con Vick Vaporub y tés caseros; a mis nietos no los voy a vacunar; no se necesita usar cubrebocas; al presidente le protege un escapulario y la fortaleza moral; sólo si llegamos a sesenta mil muertes será una situación catastrófica. Los consejos de salud fueron impartidos desde Palacio Nacional por el presidente López, su secretario de Salud y principalmente por el cabecilla de esta banda de asesinos, el doctor López Gatell. Hoy asesor principal del presidente López en cuestión médica y futuro legislador con fuero para no ser consignado por sus crímenes por el sistema de la representación no sé qué madres.
El tercer punto, el de la supuesta austeridad, sí jodió el asunto. Los médicos, enfermeras y todo el personal sanitario que se partió la madre y perdió la vida con los escasos recursos que tenía, NO fue considerado paciente prioritario en caso de enfermar del Covid.
Hay muertos que no hacen ruido. Más de medio millón que no debieron morir, deben resonar en los tímpanos de estos tres irresponsables, hasta el día de sus tumbas.
PARA LA MAÑANERA (Porque no me dejan entrar sin tapabocas): El golpe a las AFORES de los setentones apáticos o muertos ya se publicó en el Diario Oficial por decreto presidencial. Esto es palabra de Dios. Pero, juego en el que hay desquite, ni quien se agüite. El dos de junio podemos voltear la tortilla, quitándole nuestros votos a la borregada de Lopitos para recuperar la dignidad del Congreso, necesario equilibrio de los otros dos poderes, que dice Montesquieu.