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Reflejo

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Viviendo en Nuevo León, aunque no tenga usted acendrada la “enfermedad” del fanatismo por el futbol, tiene obligación de entender el mínimo del fenómeno para tener derecho a participar en pláticas de sobremesa, sobre todo, cuando se trata del Clásico, que es todo un acontecimiento social.

Más allá del nivel del espectáculo y soslayando el resultado, quien metió más goles y resultó triunfador, se impone analizar el entorno y los prietitos del arroz como ya lo escribimos hace unos días, de que el secretario de seguridad Gerardo Palacios Pámanes, estaba más preocupado por la seguridad de Lionel Messi, argentino que juega en el Inter de Miami, que por cuidar a cinco millones de ciudadanos que con terror salen a buscar la vida a diario sin saber cómo regresarán.

Luego su preocupación se tornó urgencia, porque el encuentro entre Rayados y Tigres ocuparía primerísimo lugar en atención para que no se repitiera el de hace unos años cuando trogloditas de ambos equipos se atrevieron hasta lesionar con el auto a los contrarios terminando todo como el Rosario de Amozoc, con todo y que nos han querido meter hasta la médula que somos una afición modelo, respetuosa y educada, incapaz de participar en eventos como los salvajes fanáticos de San Luis, Querétaro o los irracionales vecinos de Santos Laguna. Pero para eso están mil cuatrocientos genízaros y meter a chirona a los que ordene la justicia.

Pero la nota discordante la puso, no los equipos que ofrecieron un juego bueno con empate salomónico, aunque sin llegar a ser justo, porque nunca habrá resignación en el equipo ganador, que siempre dirá que merecía más. No, fue más importante un macuarro deleznable argentino, por cierto, que enseñó el cobre de su patética personalidad, ínfima calidad moral y educación de carroña pueblerina, en la más vil de la sinvergüenzada. Pero vámonos por partes.

Primero, tendremos que aclarar que mucha gente confunde la popularidad con las ganas de ir al baño, dicho en castellano, aprendices de locutores —no periodistas— como Andrés Boy de televisa Monterrey que repite cada tres minutos que es hijo de Tomás; nadie pone en duda la solvencia deportiva de Nahuel Guzmán que la naturaleza le dotó un físico de casi dos metros, que ayuntado a su cerebro deportivo es capaz de superar pruebas en grado superlativo.

Nos referimos a la vileza como se comporta como ser humano, cuando utilizando un rayo laser estuvo fastidiando a jugadores en la cancha al momento del encuentro de manera tan grotesca e irresponsable como lo que es, auténticamente, un gañán de barriada de quinta categoría y que muchos, le aplauden por ser el ídolo de las multitudes. ¡Me vomito!

Los que no tienen calidad moral, son los ejecutivos de CEMEX que en su presencia aprehendieron al naco personaje y todavía fueron capaces de intervenir para que no lo exhibieran llevándolo detenido a la cárcel que es donde debería de haber parado. Después, la cereza del pastel, argumentando que era el palco de jugadores, que no era tan serio el delito, que fue una broma juvenil… sin comentarios.

Nahuel es un conflictivo, chiflado, irrespetuoso y mamón, que la directiva y la Federación deberían poner un alto a sus manifestaciones salvajes, porque una cosa es que juegue bien y otra que se pitorreé de la sociedad y la justicia, aun sean mil cuatrocientos policías que no sirvieron de nada. Vergüenza deberían sentir los perfumados directivos y dueños de Cementos Mexicanos, que, si resucitara Lorenzo Zambrano, se volvía a morir de vergüenza ver que a sus ejecutivos les falta clase y categoría, además de cojones para correr al burdo personaje que ensucia el logo de la cementera.

MENDUENCIAS: ¿quieren otra desenmascarada a mentiroso-mentiroso? Terminó el sueño de TESLA en el nuevo Nuevo León, la mutilación de nuevos proyectos y despido del 16% de su plantilla laboral es indicativo que Santa Catarina… chiras pelas, como dice el otro Cortés. O sea, se chingó la fantasía del compadre. Todo le sale mal…

minutochavaportillo@gmail.com

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