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El Deporte del Vicio

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El vicio del anuncio. Desde mi cómoda sección de deportistas de sofá, me dio mucho gusto el sábado volver a ver jugar tenis al Rafael Nadal que yo admiro, el del juego agresivo y ceremonial, en Madrid, con la presencia en primera fila del Rey de España. Ganó en dos sets seguidos a un muchacho australiano que juega un carro, pero que no pudo llegarle a la experiencia de un gran tenista que debe estar en proceso de retiro: supongo que en su país los viejitos no están expuestos a que el gobierno les robe lo que ahorraron para su pensión. en el caso de Nadal son millones de euros, muy bien invertidos, por otra parte.

No pude ver el partido de mis Tigres, porque los mercachifles dueños del futbol pretenden que, además de pagar por el servicio de televisión restringida, aporte un monto adicional por evento. Con todo respeto para la UANL, cuyo equipo está dado en concesión a CEMEX —que ya dijo que sí habrá nuevo estadio — ni que fueran el PSV o el Real Madrid, cuyos juegos sí puedo ver. El hecho de que sí se hará el “nuevo volcán” indica la evidente simbiósis del deporte y los negocios. Y a eso voy.

Cuando yo comencé en la televisión mexicana, 1970 para ser exactos, los anuncios publicitarios de mayor frecuencia e impacto estaban relacionados con un vicio. La botella Quitapón, la rubia que todos queríamos, el Brandy que tiene el Don, y el otro capaz de la proeza de meter siete kilos de uva en una botella. Todo relacionado al alcoholismo. En las transmisiones deportivas y en otros programas también.

Este sábado, y el anterior y el que viene, me doy cuenta de que la mayoría de las anuncios publicitarios en los eventos deportivos, y en otros programas, son de las múltiples casas de apuestas que operan en México. Fomentando el vicio de la ludopatía. Antes, la política de Televisa era no permitir en un mismo programa anuncios de diferente proveedor de producto similar. Coca no se podía anunciar junto a Pepsi ni Volkswagen en el mismo programa que Ford. No era decente. Hoy se suceden en retahíla los anuncios de las PlayDo, Calientes, Netbet o no sé cuántas más.

Mi amigo y colega —no sé qué fue primero — Obed Campos, escribía hace un par de días con asombro que hay más casas encuestadoras que hospitales en este país. Desde luego que son cosecha de temporada, que en su mayoría se venden al mejor postor, y pasadas las elecciones de junio desaparecerán para disfrutar sus ganancias y prepararse para la próxima temporada de lluvia de billete electoral. Pero las casas de apuestas ahí siguen, como el alcoholismo y la ludopatía seguirán. Pasamos en la tele de un vicio a otro.

Debo aclarar que yo no soy de la vela perpetua y la moralina hipócrita: yo he gozado de las mieles y las hieles de ambos vicios, y al día de hoy no soy abstemio. Sé que todos los vicios de los hombres son una evasión de aspectos de su cotidianeidad que no les satisfacen… Descubrí también que el placer que da el juego es un sueño ilusorio al futuro incierto de la riqueza, que nunca llega. El alcohol recompensa de inmediato, y nos lleva a la euforia, para pasar al coraje y de ahí a la melancolía, y arribar luego al territorio lamentable de la cruda.

Pero estaba yo hablando de elecciones y de deporte.

Anuncio tras anuncio, debate tras debate, pendón bajo cachucha o manta publicitaria, los políticos prometen un futuro mejor, como en el Melate o las apuestas al goleador. En ninguna de las peroratas de ninguno de los candidatos a ningún puesto en el país, he escuchado mencionar una sola vez el deterioro en que se encuentra el deporte en nuestro país y qué carajos van a hacer con él.

No me refiero al descarado latrocinio de Ana Gabriela Guevara, a quien el presidente López le regaló el cochinito de la CONADE, para que siguiera torturando a los atletas sin apoyos que, así y todo, van y se parten la jefa con éxito muchas veces. Me refiero a que en México el deporte no es visto como un derecho a que tienen todos los mexicanos, especialmente los niños, y una obligación social. No hay verdaderas clases de educación física o deporte en las escuelas primarias, en las que se debe enseñar a respetar y cultivar el cuerpo sin pensar en el beneficio económico que puede producir su uso. Como parte integral de la formación del ciudadano, y de su salud física y mental. Claro, tampoco hay escuelas dignas.

Creo que no lo voy a ver nunca.

PARA LA MAÑANERA (porque no me dejan entrar sin tapabocas): ¿Cuando lanzará Jenaro Villamil en el Sistema Público de Radiodifusión, que pagan nuestros impuestos, la nueva camiseta con la leyenda “Malverde está con Claudia” y los respectivos monigotes?

felixcortescama@gmail.com

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