Mediante talleres, un grupo de universitarios busca acercarles actividades artísticas a fin de generar cambios paulatinos tanto en sus personas como en su entorno
Ilse Valencia / UNAM Global TV
El arte, en sus diferentes expresiones, permite a las niñeces cambiar su percepción de la realidad, aprender diferentes formas de expresarse y pensar de forma crítica ante diversas problemáticas. Por ello, desde 2012, Diana Rosas Gutiérrez, profesora de la Facultad de Artes y Diseño (FAD) de la UNAM, brinda talleres artísticos –junto a colectivos– a niñas, niños y adolescentes del barrio de Tepito.
“Nos apropiamos la información del entorno con la percepción para, después, reflexionar y regresarlo en forma de obra artística, que es el proceso de lo que somos y sentimos. Si yo cambio, mi obra lo hace”.
Quienes han tomado estos talleres –impartidos también por estudiantes de la FAD– han visto un impacto en sus vidas, como relata Abel Mena: “He aprendido a manejar mis enojos, a colorear, a recortar cosas y a reflexionar sobre lo que me molesta y sobre algunas malas palabras”.
Cambiar desde el arte
Los primeros talleres ofrecidos por la profesora en Tepito fueron de fotografía y, ya desde entonces, se percató de la inmensa necesidad que tenían todos en el lugar –en especial quienes aún no son adultos– de ser escuchados, así como de la enorme riqueza cultural del barrio.
“Hay muchos estigmas, como el de que se trata de un sitio violento y sí, puede serlo, pero es mucho más que eso. Con frecuencia los niños tepiteños son discriminados, cuando ellos deberían sentirse orgullosos de su origen, cultura e historia. A lo mejor su entorno no tiene la estética que, convencionalmente se cree, corresponde al arte; sin embargo, posee expresiones interesantes y únicas, como sus murales”.
A la académica de la UNAM (quien se ha vuelto una figura reconocida en el barrio y a quien los vecinos apodan Rojita, por el color de su cabello) con frecuencia se le ve trabajar con las niñas y niños del lugar, a quienes intenta cambiarles su percepción de la realidad. “Tras entrar en contacto con distintas expresiones artísticas hay quienes me dicen ‘ya no quiero ser narco; prefiero ser pintor, fotógrafo o actor’”.
Junto a colectivos como Tepito Arte Acá (con su director Virgilio Carrillo, Itzel Cornejo y Susana Meza); Espacio Cultural Tepito; Martes de Arte, y ArTepito, así como personajes de la zona como Mayra Valenzuela (quien ha prestado espacios para estas actividades), Luis Arévalo, Mario Puga e Isaac Castillo, Diana ha organizado e impartido talleres de fotografía, dibujo, acuarela y pintura, entre otros.
“Quienes vienen se dan cuenta de que hay alternativas. Eso despierta su creatividad, amplía y modifica su léxico, y los motiva. Nos apropiamos de espacios que, por sí solos, no son aprovechados ni apreciados, nosotros les atribuimos las cosas”.
Abel Mena tiene 10 años y vive en Tepito. Desde los siete comenzó a tomar talleres impartidos por la profesora y los colectivos, y confiesa que dibujar y colorear ha cambiado su vida pues le ha permitido manejar emociones como el enojo. “Es muy bonito venir. Me encanta porque, por ejemplo, algunos compañeros tienen problemas familiares y estar aquí es olvidarte de eso, es sentirte tranquilo y en paz”.
“Muchos de estos niños, niñas y adolescentes han vivido situaciones difíciles de hablar, pero pueden escribir o dibujar al respecto, pues el color y la forma son medios de expresión. A los adultos nos toca comprenderlos desde su mirada: ¿cómo observan el mundo?, ¿cómo se sienten?”, plantea Diana Rosas.
Estas actividades también son una forma de desnormalizar la violencia y mostrarles que hay otras maneras de manifestar sus sentires. “Van regresando a lo que es su infancia porque, a veces, viven circunstancias complicadas. Hay alumnos que me han dicho: ‘no vine la clase pasada porque balearon a mi tío’. Encontremos alternativas para que esto ya no suceda. No se trata de hacer apología de la delincuencia, sino de entender que hay otro tipo de expresiones”, enfatiza la académica.
A Abel, los talleres le brindan un espacio de aprendizaje, recreación, convivencia y diversión. Esa experiencia lo lleva a considerar seguir los pasos de la profesora Diana e influir en la vida de otras personas.
“Quisiera ser maestro porque sé dividir, multiplicar, sacar raíz cuadrada y me gusta todo lo relacionado a matemáticas. A futuro quiero compartir mis conocimientos con algunos niños, como hacen aquí”.
Unir la academia y el barrio
Para Diana Rosas la academia y el barrio no están peleados, por lo que es importante acercar a las infancias a ciertos legados. “Podemos hacer muchas cosas juntos, siempre y cuando respetemos su manera de entender”.
Desde los 21 años Diana Rosas comenzó a dar clases en la FAD, de donde es egresada. Hoy imparte las asignaturas de Introductorio de Fotografía, y los laboratorios Taller de Estrategias Metodológicas tanto para Fotografía en Color como para Fotografía en Blanco y Negro.
Para ella, incluir a sus estudiantes en las actividades que realiza en Tepito es fundamental. “Al terminar la licenciatura hacemos la promesa de aportar a la sociedad y mostrar la relevancia del artista dentro de ella. Si bien la UNAM nos cobija, hay un afuera donde somos importantes, nosotros para la comunidad y viceversa, por ello es crucial crear lazos que nos unan y generen cambios”.
Ximena García Bautista estudia el cuarto semestre de la carrera Artes Visuales y está motivada en participar en estos talleres para las niñeces. “Es una forma en la que ellos puedan acercarse a nuevos lenguajes. Además, les muestras que no sólo existen materias como matemáticas, español o inglés”, comenta.
La convivencia con las niñas y niños le permite escucharles y entenderles, y esto la va guiando hacia lo que quiere dedicarse una vez concluida su carrera. “Me acerca a lo que deseo hacer en el futuro: me gustaría dejarles la semillita de la educación artística”.
Por otro lado, su compañera de licenciatura, Eva Violeta López Herrera, también está interesada en dejar huella en las nuevas generaciones. “Estos talleres tienen gran impacto en las infancias de Tepito porque les muestran otra realidad, la de que sí es posible aprender y vivir del arte”.
Con estas acciones los estudiantes de la FAD dejan de verse sólo como personas que están aprendiendo y comienzan a asumirse como futuros docentes que deben reflexionar sobre la educación artística.
“Se cree que el arte es hacer cositas, que es una pérdida de tiempo, pero es más complejo. Debemos cuestionarnos ¿qué voy a aportar? Al hacerse esta pregunta el alumno entiende la gran responsabilidad que implica educar con calidad y con un fin. Recibir este tipo de formación ha motivado tanto a los niños que algunos ya han manifestado que, de grandes, quieren ser como los muchachos”, explica Diana Rosas.
A decir de la académica, involucrar al estudiantado en estas actividades les amplía el panorama del contexto nacional y les permite entender mejor las problemáticas sociales que podrían enfrentar. Además, generan conciencia sobre los cambios graduales que pueden impulsarse desde la educación.
Impactar en las niñeces y el en futuro
Fomentar el pensamiento crítico en niñas, niños y adolescentes es primordial para la profesora de la FAD. “La cultura es un parteaguas en la modificación de México. La ventaja que tienen quienes vienen a los talleres es que, al ser tan jóvenes (a diferencia de nosotros que, conforme fuimos creciendo el mundo se nos fue haciendo más cuadrado), todavía están en una etapa de experimentación”.
El trabajo de Diana en Tepito la ha hecho aprender cosas nuevas y generar cambios a nivel personal, pues confiesa que cuando interactuaba exclusivamente con adultos no comprendía a las niñeces ni les tenía la suficiente tolerancia. “Hoy entiendo que, para ellos, todo es emoción y que, quienes somos más grandes, tendemos a limitarnos. Me dan fuerza y me hacen pensar que podemos modificar las cosas para que haya mejores humanos en el presente y en el futuro”.
Al respecto, remarca la importancia de que la UNAM la acerque a la juventud y que, al mismo tiempo, ella sea un enlace entre sus estudiantes y las niñeces, y agradece el apoyo de la comunidad de la FAD (incluyendo profesores y el actual director de la facultad, Mauricio de Jesús Juárez Servín) pues todos ahí han hecho donaciones y realizado acciones en pro de las infancias.
“Cuando los niños me dan un abrazo y me muestran afecto, me doy cuenta de que esto va más allá de dar una clase. Es de las mejores experiencias”.