
A Santa Lucía se le ha representado frecuentemente con dos ojos en las manos, porque según una antigua tradición, a la santa le habrían arrancado los ojos por proclamar firmemente su fe.
Nació y murió en Siracusa, ciudad de Italia, según la tradición, cuando la santa era muy niña hizo a Dios el voto de permanecer siempre pura y virgen, pero cuando llegó a la juventud quiso su madre casarla con un joven pagano.
Lucía finalmente logró no casarse, pero el joven pretendiente, rechazado, dispuso como venganza acusarla ante el gobernador de que la santa era cristiana, religión que estaba totalmente prohibida en esos tiempos de persecución.
Santa Lucía fue llamada a juicio; fue atormentada pero ella se mantuvo firme en su fe, pero finalmente fue decapitada.