¡Cómo hay que tomar tiempo para adaptarnos a nuevos entornos, retos y capacidades!
Lo digo porque dos años fui al cardiólogo, por consejo de mi hermano que me vio un video que publiqué en el grupo de los primos cuando rompí mi récord del recorrido matutino de caminata y trote.
A las pocas horas me habló y me dijo que había hecho una cita para mi con su cardiólogo, ya que me vio “agitado a nivel crítico” en el video y como a lo gratis rara vez le saco la vuelta me decidí a ir por primera vez a ver al especialista en corazones.
Cuando llegué a el consultorio mientras esperaba una asistente me pasó a un cubículo donde me tomó un electrocardiograma. Cuando entré con el doctor me auscultó y me tomó la presión y tras auscultarme se sentó en su escritorio y yo frente a este. El galeno vio mi electrocardiograma detenidamente y me lo aventó sobre el escritorio y diciendo: “¡Enmárcalo!”.
Me dio la impresión que lo podía meter a un concurso de los mejores electrocardiogramas del año.
Cuando le enseñé los registros de mi reloj de 15 dólares que toma el pulso, la oxigenación sanguínea y la presión arterial me advirtió con tono severo: “¡Ya no debes hacer esos esfuerzos la presión sistólica nunca debe rebasar de 160 cuando haces ejercicio!”
La mía (mi presión) estaba por encima de ese rango por lo menos 30 minutos de los 70 que dura mi entrenamiento.
“Te estás buscando un infarto fulminante” me espetó el médico y esto fue suficiente para convencerme, realmente ahora hago ejercicio por salud y no para entrar a un concurso o ganar medallas.
Cuando se sufre de hipertensión no se puede entrenar para salir de esa condición, y lo único viable es adaptarte y medicarte.
El pretender entrenar con alta presión para bajarla, es como tomar dosis pequeñas de arsénico para acostumbrarte al veneno o bañarte con balas para hacerte blindado.
Hay excepciones, por ejemplo cuando una persona con obesidad mórbida pierde peso y mejora sus hábitos, pues si hay una mejoría.
Me costó trabajo el pasar ejercicio modo “full auto max combate modo héroe” a modo “ejercicio para tener salud”.
Jamás hice ejercicio para tener mejor salud, ese fue un efecto colateral que no busqué nunca.
Cuando entrenaba en el ahora difunto Estadio del Tec es que me resulto muy motivante: solo entrenaba, cuidaba mi alimentación y sueño y mis marcas personales mejoraban. Nunca llegué a ser de los realmente buenos en el equipo de atletismo y me lastimé antes de poder estar en la cúspide de mi potencial pero aún así seguí entrenando.
El atletismo es típicamente un conjunto de disciplinas que son individuales con excepción de los relevos de 4 x100 y 4 x 400, pero la hermandad que logré con los compañeros es algo que por mucho tiempo no pude explicar.
Fue hasta la reunión de ese equipo, de casi 40 años después, que logré entender la fuente de esa hermandad, el sufrimiento auto infringido: Nadie nos obligaban a estar ahí y obedecer las órdenes del entrenador. Cualquiera pudo salir en cualquier momento aunque algunos lo hicieron por el aumento en la carga académica.
Tengo muy presente un día que venía caminando después de un entrenamiento pesadísimo con el compa Eduardo Cuevas rumbo a las regaderas y nos topamos de frente al Coach Copenhaver y al Coach Peña y le dijo: “Gd´dmit Peña this kids look as if they came from Biafra”.
La siguiente semana los que entrenábamos carreras de distancia empezamos a recibir, cortesía del Departamento de Futbol Americano pases para comidas en el comedor de estudiantes.
Comíamos como niños de hospicio, al menos 4 comidas fuertes a día, Roberto Romero además suplementaba la dieta comiendo 2 tarros de mantequilla de maní a la semana, yo a diario de regreso de clases pasaba por la tortillería que estaba en Garza Sada y Pernambuco y compraba medio kilo de tortillas que me comía en las tres cuadras de camino a mi casa.
Por varios años ya trabajando en un rancho, llegaba a Monterrey a descansar el fin de semana y quitarle filo al carácter corriendo en el estadio con los mismos bríos de mi tiempo de estudiante. Cuando me casé poco a poco fui quitándole tiempo de calidad a el ejercicio hasta finalmente substituirlo por pasear al perro por la noche.
Ahora que retomé el entrenamiento, me costó mucho descoser el sufrimiento del ejercicio y ha sido más trabajo de lo que supuse, porque justo cuando arranco ahí en mi cerebro estallan los primeros once acordes de Purple Haze, es lo que me lleva a la “zona”, sin audífonos y esa y muchas otras piezas musicales de varios géneros ya la traigo grabada en el cerebro.
Fue un reto importante e implicó mucha disciplina el modular mis ánimos a este nuevo ritmo y tal vez ahora cambie la música a Touch of Gray.
La nota técnica es que los relojes de 15 dólares no toman tan bien la presión como los de buenas familias como Apple, Samsung, Garmin y otras.
Verifiqué la presión varias veces con tensiómetros y mi reloj estaba equivocado al medir la presión arterial de mas por 35mm/hg, pero mejor me he ahorrado los 300 dólares y sigo moderando mi esfuerzo y ya ni tomo el tiempo.