Apremia el arropo de la casta privilegiada. Sentarse a departir con los lideres sociales. Lo ha entendido a coscorrones Samuel Alejandro García Sepúlveda. En la burbuja donde vive, rodeado de Mariana Rodríguez, mientras le susurra al oído fantasías inimaginables Glen Villarreal, su jefe de comunicación y defensor a ultranza, al estilo de Sancho Panza.
Todos los caminos conducen a los viñedos de la UANL.
En un fin de semana casi vacacional, a coste del rector Santos Guzmán, se escanció la producción vinícola, de las cepas de calidad universitaria.
Como si se tratara del valle de California o de Napa, rector y gobernador, además de los invitados, selectos a la tertulia, fuera de agenda, con sus sombreros panameños, pasearon con sus copas.
Olvidaron por horas los problemas reales del estado. Mientras dionisios y apolíneos, al calor de las viandas, del maridaje selecto entre la segunda más poderosa universidad nacional y el estado del triunfalismo.
Los tratos para entregar a la justicia cualquier desfalco o mala administración. Ese fue el compromiso. Hasta donde tope, lo propuso y lo secundaron.
Afines a la promesa de apoyos mayores para el Hospital Universitario y a los proyectos de relumbrón de la UANL.
Samuel y Santos, saben, lo saben, lo caprichosa de la política. Mientras los enanos serviles, sus asociados y proveedores, enranciaron con el calor, un vino noble y nuevo, nacido en Nuevo León.