No solo la crisis del agua une a NL y a Tamaulipas
No es solamente la crisis del agua la que nos une a los nuevoleoneses y los tamaulipecos… Aunque algunos maloras ven el reciente triunfo de Américo Villarreal, a nombre de la presunta 4 Transformación, como un motivo más para la división de las dos entidades.
No podemos olvidar que geográfica, económica y socialmente Nuevo León y Tamaulipas guardan su peso específico en la alicaída federación de estados mexicanos, o sea en la unidad tan escasa y tan necesaria al sur del Río Bravo.
Aunque pocos recuerdan que La Capitanía de las Provincias de Oriente comprendía precisamente a lo que ahora es el estado norteamericano de Texas, más los ahora mexicanos Coahuila, Tamaulipas y Nuevo León…
Era también el Nuevo Reyno de León, de cuya capital no se tiene la certeza de dónde se encontraba, aunque hay que apuntar que Tamaulipas no se llamaba así, sino Nueva Santander, mientras que lo que ahora es Nuevo León era gobernado por “El Virrey Chiquito” Joaquín Arredondo.
Y, como siempre, cualquier semejanza con la actualidad es mera coincidencia.
Pero el caso es que desunidos los tamaulipecos y los nuevoleoneses somos más frágiles y más indefensos.
Le pido que no me malinterprete: no propongo un suicidio estilo cosovar llamando a salirnos del pacto federal mexicano o la calenturienta idea de formar nuestro propio país. No. Los nuevoleoneses y los tamaulipecos somos tan mexicanos como quieren ser los del resto de la república.
Tampoco somos “el interior”, porque de ser así, la capital estaría en “el exterior”.
El cuento de que nos queremos salir de México se lo han inventado mentes siniestras y orates en el poder y no de tiempos recientes…
Hoy en día las tres entidades, Coahuila, Tamaulipas y Nuevo León, con todo y que nuestros gobernadores son de filiación partidista distinta compartimos no solamente las guardarrayas de nuestros territorios, sino beneficios geográficos, económicos y también líos y calenturas.
Ahí tiene usted la galopante inseguridad, a la cual ningún gobernante ha sabido dar pie con bola y ahora la terrible crisis de la sequía que nos agobia, especialmente a los avencindados en Monterrey.
Por sospechosa aparente conveniencia, por no decir que complicidad, no ha habido un solo gobernador en estos estados que le haya entrado de a deveras a resolver el problema de la seguridad.
Y el problema de lo del reparto del agua ya le costó el puesto al menos a un gobernador, Sócrates Rizzo en el año 96. O esa es la versión oficial.
Pero ¿a quién le conviene la desunión de Nuevo León y Tamaulipas con el tema del agua? Ah, pues a los mismos delincuentes de siempre.
Y no, no me refiero a los gavilleros que asuelan pueblos, ciudades y carreteras en las tres entidades, sino a gente aun más siniestra que finca sus negocios a costa del pueblo, y que no se cansa, ahora sí, que de mamar y dar de topes.
La mejor herramienta comercial de estos bandidos de etiqueta es el miedo. Nos han querido inculcar un terror para dividirnos y esa campaña tiene muchos años y sabe qué, van ganando esa soterrada guerra.
Yo no sé si a estas alturas es más grave la inseguridad o la sed, a la que estamos expuestos al menos en Nuevo León.
¿Incompetencia? Esa existe en todas las filas de todos las administraciones públicas… Pero como bien dice la canción de Los Alegres de Terán, “en parroquia o capillita a cada santo se le llega su función”.
Todavía hay una oportunidad de salvación, al menos para el gobierno de Nuevo León, y esta es que lleguen las tan ansiadas lluvias de septiembre.
Porque confiar en obras faraónicas a estas alturas del partido, son sueños que no alcanzan ni la humedad, ya ve usted lo seco que está el ambiente.