El gobierno de Samuel Alejandro García Sepúlveda ha perdido rápidamente la reserva de simpatía y confianza acumulada gracias a su aspecto de novedad respecto al estático panorama político que participó en la elección pasada. Si tan solo Samuel hubiera trabajado en base a la realidad, posiblemente le habría permitido obtener resultados importantes en términos de alivio de la crisis hídrica y de seguridad que vive el estado.
Con una mezcla de arrogancia, incompetencia y victimismo, el gobernador está igualando en obtusidad a las más ortodoxas y nefastas posturas.
Se puede afirmar que, a estas alturas, además de la propaganda y el uso de las redes sociales la clase política debe de construir su liderazgo sobre la credibilidad, una mercancía muy frágil y volátil, como lo ha demostrado ya el gobernador Samuel. Hay que saber enfrentar la realidad. Pacta sunt servanda (lo pactado obliga), es algo que el gobernador y todos los políticos deberían de recordar antes de realizar promesas irrealizables.
Cuando la realidad toma una dirección e impone su criterio en detrimento de las ilusiones y promesas, la decepción del electorado puede ser muy violenta, como ha sido en las redes sociales y en las manifestaciones y bloqueos que se han incrementado en nuestro estado.
En tiempos antiguos, las promesas no respetadas llevaban a linchamiento del jefe (actualmente se hace en las redes sociales, cuestión de recordar las mentadas de madre hacia el gobernador). Si, al llegar la crisis y la desilusión, el vínculo social y la solidaridad del grupo se habían deteriorado demasiado, con el linchamiento ritual del jefe la solidaridad se volvía a recuperar.
El ser o pretender ser un líder político, siempre ha sido una posición de alto riesgo, ya que implica prometer, y la realidad, tarde o temprano, se encarga de hacer imposible de cumplir esas promesas, provocando la reacción de los que se han decepcionado, desafortunadamente el gobernador Samuel se empeñó en que esto le sucediera antes de cumplir el primer año de su administración.
Si aún el gobernador desea convertirse en un líder, ya que no lo es, debe de aceptar los cambios y trabajar en adaptarse, tomar decisiones en conjunto y no de manera unilateral, comprometerse realmente y resolver conflictos en donde el ciudadano gane, ya que, de no ser así, ocupará el peor lugar en la historia.
La decepción que la ciudadanía siente por el gobernador Samuel es una especie de bancarrota, la bancarrota de una sociedad que gastó demasiado en esperanza y en expectativa acerca del prometido por el “Nuevo Nuevo León”, que ha sido un slogan clonado y una total desilusión. Independientemente del PRISMA con el que se vea.
Epílogo: Desde el punto de vista psicológico, se sugiere que aquel que realmente promete no es tanto el político o aspirante a ser elegido, sino el mismo elector, que está deseoso de encontrar en la política la compensación a sus insatisfacciones. Es el propio votante quien se hace a sí mismo una promesa que no es capaz de mantener. Es la sociedad, con sus acciones, quienes crean un escenario donde actuarán los actores más adecuados; por lo tanto, el mejor “gobernante” no será otra cosa que el mejor producto del comportamiento colectivo.