En las sombras de Bogotá. De la época de Pablo Emilio Escobar. Un grupo de sicarios limpia las calles. Lo hace contra los pobres de la tierra.
Al igual en las favelas de Río en Brasil.
Sus objetivos son quienes habitan en las postrimerías del vagabundeo.
Monterrey siglo XXI. Moda importada desde el descorazonamiento y la fatiga universal. De las series por streaming y en las películas noir o del mismo bollywood.
Tres casos con el mismo modo de actuar. Dormitando en el primer cuadro de la metrópoli. Por las avenidas principales. Sus decesos marcados en explosiones de masa encefálica.
El uso de blocks o piedras con un peso mayor a los 12 a 15 kilogramos.
Hace a los detectives presuponer la misma persona. Con la suficiente fuerza para levantar el proyectil. Alzarlo y tal vez, tomar impulso. El choque en la cabeza dormida es un impacto de varias toneladas. Pasan de dormidos a finados.
Mientras los ojos de los espectadores, los cientos de cámaras útiles y funcionando, no dan con el paradero del ultrajador.
También el C5 y C4 de Monterrey y del gobierno del estado, pueden aportar con todos, absolutamente cuadro a cuadro, de quien va limpiando de vagabundos y desamparados.
Podría ser un par, sí. Como también puede descender de su vehículo y asesinar al postrado.
Ese sicario, sin confundir a quienes laboran todos los días para el crimen organizado, puede variar y con seguridad lo hará, su forma de operar y la frecuencia. Antes de ponerle el guante.