Desde la infancia apostaron en contra. Por la condición de indisciplina. Al estar en constante solicitud de información. De llenar los tiempos perdidos en la educación básica.
Habríamos cabido con suficiencia en sistemas flexibles. No en el de los rechazados o expulsados. Mucho menos en los nocturnos o compitiendo contra los mayores.
Los estudiosos encontraron mayor rango de coeficientes. En la generación de niños dopados con ritalin el padecimiento dormitó.
Podría pasar por deficiencias de litio. El mismo caso de Amy Winehouse, Kurt Cobain, y de miles más. Nos afecta mucho los fracasos. Como a nadie. Cuando nuestro barco particular se va a pique.
Generación Prozac, no es para tanto. Hay algún cromosoma familiar heredado por nuestras progenitoras. Es cierto. Como la migraña o la propensión a la diabetes.
Para quienes somos neurodivergentes, el catálogo de medicinas o de actividades extracurriculares, es sumamente amplio.
Por encima de las ganancias de las compañías farmacéuticas o de quienes, por su ignorancia, confunden los síntomas con la demencia.
Psicólogos y psiquiatras, ministros y capellanes, además de la compasión metafísica, añadido al apego a los tratamientos médicos, nos vuelven funcionales. Amorosos, genuinos y muy leales.
Paliar un dolor secreto o desconcertante, en un universo tan convulso, apremia a estallar en un día de furia.
Contra ello vamos. Contra los piratas en nuestras calles infestadas de maleantes. Contra la inflación, el desempleo y también, contra nosotros mismos.